En 1893, Margaret Wilcox patentó el primer sistema de calefacción para automóviles, con el que pretendía acabar con el frío que se veían obligados a soportar los primeros conductores. Su diseño consistía en una abertura que comunicaba directamente la zona del motor con el habitáculo destinado a los pasajeros. La imposibilidad de controlar la temperatura llevó a que diseños posteriores mejoraran el sistema propuesto por Wilcox.