El 7 de julio (un par de días antes de que me encamine a NYC) estaré por Madrid impartiendo el módulo de redes sociales dentro del curso de verano sobre web 2.0 que organiza la Universidad Camilo Jose Cela. Serán cuatro horas hablando de eso que nos conecta (tanto en Internet como en la calle) y ampliando lo que traté en iCities:
Además de esto, del 6 al 10, se hablará de blogs, identidad digital, el vídeo en la Red, periodismo ciudadano, open goverment, …
No os lo perdáis.
¡Ya verás como nieve y no llegues a B. para coger el avión!
No sé yo si eso de repetir está bien. Con esa táctica te pareces a Marina… 😉
aprovecha y el gran manzana compra algo y disfruta !!!
@txetxu: ¡no seas gafe, hombre! 😉
Y yo nunca repito… me reciclo continuamente 😀
@larri: se intentará 😉
Adoro las redes sociales, pero veo dos grandes peligros en lontananza.
Peligro A: una vez se hayan extendido a una gran variedad de usos públicos y privados, las deficiencias en la programación del software harán que millones de personas queden expuestas a los ataques de hackers de sombrero negro y de la cibercriminalidad. Ello obligará a realizar un esfuerzo enorme para mejorar la seguridad. No es lo mismo poner parches para dos millones de usuarios que para doscientos o dos mil millones. Ahí tendremos guerra, y antes de lo que pensamos.
Peligro B: cuando todos sean dependientes de las redes sociales y las necesitemos para casi todo (para mantener comunicadas nuestras comunidades de amigos, clientes o negocios) entonces los cambios en la tecnología subyacente -nuevas redes de alta velocidad, IPv6, etc.- traerán consigo un enfrentamiento entre el usuario de a pie y las grandes corporaciones (públicas y privadas). Precisamente la seguridad será el pretexto para modificar algunas características funcionales de las redes sociales y con ello el equilibrio de poder, a favor de gobiernos, administraciones públicas y gran empresa. Ahí puede haber otra guerra, mucho peor que la de hoy en torno a las descargas, los derechos de propiedad intelectual, etc.
A largo plazo las redes sociales tal y como las conocemos hoy carecen de futuro. Acabarán encapsuladas en un oscuro sector del ciberespacio mientras el foco de interés se desplaza a otro lugar: nuevas tecnologías, nuevas redes de alta velocidad, más seguras, con nuevos servicios… y mayor control, por supuesto. Esto es lo que le ha pasado a los Newsgroups y al BBS. En algunos sitios siguen siendo importantes, pero… ¿quién se acuerda de ellos?
@patxi:
Ante el peligro A: la mayoría de hackers no necesitan tumbar a las grandes plataformas. De hecho, éstas serán más seguras que otros sites de organizaciones, etc… Nathan Hamiel y Shawn Moyer, expertos en seguridad informática, dijeron en la Black Hat 2008: «Es posible que no pueda atacar a Facebook o a MySpace, pero sí puedo atacar a sus usuarios todos los días. No pongas nada en una cuenta Facebook que no consideres público”. No hay nada tan fructífero como la ingeniería social (que se sustenta en la estupidez humana). A mí eso no me preocupa (te lo dice una administradora de sistemas 😉 ).
Ante el peligro B: tampoco me preocupa. Lo bueno de la democratización de herramientas es también la volatilidad de las mismas. En cuanto una hago algo que no guste a sus usuarios, éstos se moverán de red.
Por supuesto que las redes sociales morirán porque aparecerá otra cosa que las sustituya. Hasta que llegue ese día, disfrutemos de sus ventajas y pongamos atención a sus peligros.
Aunque el motor de una red social no pueda ser atacado (según los expertos), descansa sobre una infraestructura tecnológica que sí lo puede ser. A veces nos olvidamos de que la mayor parte del tráfico mundial de datos circula por un solo puerto es atendido por un solo servidor. El día que IIS o Apache sean seguros al 100% se podrá hablar. Pero me temo que ese día está lejano.
Recomiendo la lectura de una ponencia de Juan Carlos García Cuartango titulada «El fracaso del software». El planteamiento es demasiado radical, pero creo que nadie debería dejar de leer su documento. Aparte de resumir la opinión de un pesimista, ilustra como ningún otro las debilidades de una industria que creemos muy avanzada, pero que en realidad ha hecho muy pocos avances desde sus comienzos en la década de 1970.