Hoy he participado en la mesa sobre política 2.0 del forum de comunicación Telepolitika. Como me tocaba hablar de lo que se había estado moviendo en la Red, he intentado hacer más un juego de prospectiva con mi querida abuela cibercebolleta.
Aquí os dejo la historia de la política 2.0 contada por la abuela cibercebolleta (Año 2059):
- Abuelita, abuelita, … cuéntame otra vez esa historia de cómo un día fue el mundo de la política.
- Bien pequeña. Siéntate en mi regazo, que ya sabes que es una historia muy larga. Hace ya muchos años existió una época en la que el apellido 2.0 no iba detrás de nada. Una época en la que los políticos daban mítines y soflamas única y exclusivamente en palacios de congresos, pabellones y plazas de toros. Así fue hasta que a finales de 2008 llegó un candidato a la Casa Blanca que revolucionó la manera de comunicar en una campaña política. Ya sabes que no podemos decir su nombre porque el todopoderoso mata un gatito cuando lo hacemos. Meses después, como casi todo, de aquellos polvos vinieron estos lodos a nuestras tierras: todos los políticos se lanzaron a la conquista de Internet. Y lo hicieron como elefantes en cacharrerías. Entraron como los turistas llegan a un país extraño: sin tener en cuenta a los ciudadanos que ya llevaban mucho tiempo habitando esas cibertierras. Una buena práctica a la hora de entrar en cada uno de los micromundos de Internet es escuchar mucho antes de lanzarse a hablar, porque esos micromundos tienen sus propias reglas no escritas de comportamiento y pueden ser ya de por sí grandes fuentes de información. Sin embargo, no siguieron esa senda. Entraron a la carrera, para ser los primeros en poner la bandera en cada cumbre. Sin definir un plan de acción, sin prever los costes que eso conllevaba, ni tener planes de contingencia en caso de morir de éxito. Olvidando la máxima en la Red de que los patinazos quedan guardados para siempre y son transmitidos por miles de pequeños repetidores en la Red. Y mientras a las palabras se las lleva el viento, los bits y los bytes quedan guardados en la nube, replicados en miles de servidores, con Google como eterno almacén y punto de acceso y sin poder prever cuándo van a aparecer de nuevo…
De repente, Internet se plagó de blogs yogurt con fecha de caducidad desde el mismo momento de su nacimiento: cuando finalizaran las elecciones.
- Abuelita, ¿y por qué no seguían los políticos con sus blogs después de las elecciones?
- Pues muchos porque ya no «necesitaban» comunicarse con sus ciudadanos una vez pasadas esas fechas. Otros porque perdían el control sobre sus propios contenidos al producirse un problema de falta de simetría.
- ¿Falta de simetría? ¿Y eso en qué consistía?
- Consistía en muchos ciudadanos preguntando a una única persona. Se había llevado un problema de la política «offline» a la política «online». Y es que era muy frecuente encontrar a los candidatos superman/superwoman. Esas mujeres y hombres con superpoderes capaces de ir de mitin en mitin, escribir un blog y responder a los cientos de comentarios recibidos, twittear, interactuar a través de Facebook, …y por supuesto, siempre saber de todas las áreas.
- ¿Y cómo era eso posible? ¿venían de otro planeta?
- No, pero casi 😉 Lo lograban mediante la impostura. Una impostura poco creíble de cara a la ciudadanía, que no necesitaba de paternalismos porque era perfectamente consciente de que no eran ellos los que escribían sus blogs, twitteaban y sabían de absolutamente todo. Era vox populi que detrás de un candidato había un equipo de gente cualificada. De hecho, a los ciudadanos no les importaba si el candidato les contestaba él mismo o no. Sólo querían respuestas a sus problemas y, por supuesto, que no se les tomara por tontos. La propia impostura fue la kriptonita de muchos de los superpolíticos. Y es que al fin y al cabo, los políticos eran personas de a pie, como tú y como yo… aunque con una profesión bastante más ingrata, puesta siempre bajo una gran lupa.
- ¿Y tras eso qué paso?
- Un giro inesperado en la historia, pequeña. Los políticos intentaban asimilar las nuevas herramientas y adaptarlas a las estructuras férreas del aparataje, llenando una y otra vez sus discursos de palabras como transparencia (cuando esa transparencia pasaba por un agujero que ellos mismos graduaban a su antojo). Los ciudadanos, sin embargo, cansados de esperar, tomaron sus propias armas y se pusieron en marcha. Desentumecieron su participación y aprendieron que su papel en la toma de decisiones no se limitaba única y exclusivamente a emitir un voto. Así que las pequeñas audiencias empezaron a ejercer papeles de lobby. Cada vez hacían más ruido, de forma que llegaba a oídos de los propios políticos, que tenían que rectificar sus rumbos de cara a no estrellarse contra un muro de críticas.
- ¿Y?
- Y llegó el final feliz: el verdadero Open Government, en el que por fin la batuta estaba en manos de los ciudadanos. Esa batuta eran los datos de las administraciones públicas (que se pagaban con el dinero de todos los contribuyentes). Se pusieron a disposición de todos y entonces cada ciudadano hizo su pequeño mashup para explotarlos y manejarlos a su antojo. Hasta yo, que no tenía ni idea de informática pude hacerme mis propios mapas del barrio libres. Los partidos políticos tuvieron que redefinirse porque estaban demasiado agarrotados frente a la flexibilidad de la Red. Y pronto los papeles se fueron difuminando: ya no se sabía quién era ciudadano y quién político. Todos tomábamos decisiones y participábamos. Cambiamos el borreguismo por la inteligencia colectiva.
- Abuelita, bien está lo que bien acaba 🙂
Fotografía de agirregabiria (CC-by-nc-sa)
Muy optimista veo yo a la abuela… ¿cuanto tiempo estimas que falta para que llegue el open goverment?
Eres una crack!!
Genial la abuela! 🙂
@may: pues le echo bastantes añitos… pero tenemos de límite hasta el 2059.
@mernissi: gracias 😀
Me ha encantado la visión de tu ciberamona sobre el mundo2.0.
Felicidades Lorena, tu blog es estupendo.