¿La estabais echando de menos, verdad? ¿Notabais un vacío y no sabíais por qué? ¿El buen tiempo y el sol no llenaba vuestras vidas? No tenéis que preocuparos más porque aquí está de nuevo nuestra entrañable abuela cibercebolleta y su preguntona nieta. Hoy toca entrega sobre las enfermedades digitales:
– Abuelita, yo, de mayor, quiero ser como tú.
– ¿Y eso cariño?
– Es que tú nunca te pones enferma. No coges virus ni otras cosas peores… y eso que te niegas a activar el firewall emocional.
– Será que mi código es más libre que el vuestro, pequeñaja 😉 . Te voy a contar una historia. Cuando yo era aún joven…
– Buf… ¡De eso ya hace mucho!
– ¡Serás insolente! Calla un rato y escucha, que no todo se aprende con esos injertos digitales que os ponen en los brazos.
Como iba diciendo… cuando era joven, las enfermedades más terribles atacaban nuestro sistema inmunológico: el sida, la malaria, … Incluso hubo terribles pandemias que recorrieron el mundo entero: numerosas gripes transmitidas desde los animales a los seres humanos que tuvieron un componente de alarmismo social muy importante. Pero con el paso del tiempo y la inserción de Internet en toda la sociedad, otras muchas enfermedades afectaron a nuestro organismo. Bueno, para ser más concretos, a un único órgano: el cerebro. Al igual que los virus informáticos atacaban los sistemas, dejando cientos de ordenadores inutilizados, otro síndrome hacía lo mismo con nuestro procesador central. Se denominó diógenes digital.
– ¿Y qué es eso que suena tan mal, abuelita?
– Pues se produce cuando la información llega sin control a nuestros dispositivos. Flujos y flujos de datos. Todos importantes, o eso pensamos… La ansiedad se apodera de la bandeja de nuestros correos electrónicos y de nuestros lectores de feeds.
– ¿Y qué se puede hacer contra eso?
– Al principio, los médicos extendían recetas de horas sin acceso a Internet. Pero muchos fueron los yonkis de la Red que no eran capaces de desconectar, y lo que es más importante, de dejar de acumular toneladas y toneladas de bits y bytes sin procesar. Tantas personas rodeadas de miles de gadgets para mantenerse conectadas y a la vez, tan desconectadas…
Ante la baja efectividad de estas medidas, los gobiernos de los países más desarrollados obligaron por ley al antaño todopoderoso Google a hacer más grande el botón «Marcar todos como leídos» del GReader . Argumentaban esta medida diciendo que las personas se sentirían menos culpables al pulsarlo. Pero tampoco fue la solución…
– ¿Y qué pasó entonces?
– Pues que un día, ante tanta infoxicación, apareció un antídoto: el sentido común. Muchos empezaron a intuir que su comportamiento en la vida digital era diferente al de la vida off-line. Que a pesar de que las nuevas tecnologías habían hecho que todos los seres humanos estuviesen a menos de seis grados de separación… cada vez estaban más lejos unos de otros… Y todo porque no asumían que ambos perfiles formaban un único yo. Así que a partir de ese momento, dejaron de acumular información sin control y empezaron a filtrar. Sin agobios, sin angustias, sin inquietud, …
Si alguien se anima a dibujar a nuestra abuela cibercellota, sacamos un comic 😉 .
Muy bueno el cuento/post !!! Pregunto: ¿Quienes somos yo? ¿Quienes son nosotros? Identidades digitales, egos ampliados, distribuidos, enREDados, arterioesclerotizados, fragmentados, o …, integrados?
un abrazo
Que lista la abuela cibercebolleta eh… tiene musa ración…
Buena idea lo de pasar la abuela cibercebolleta a cómic. Recojo tu guante y lo lanzo en el foro de la asociación de la que soy miembro (http://extremaduracomic.blogspot.com/), a ver si alguno de los muchos dibujantes se anima.
Un saludo
Buenísimo!!!!!
Encima esta mañana te has encontrado con esto:
http://twitter.com/loretahur/status/1989420424
una cosa más que contar a los cibernietos.
Podríamos hacer una suscripción para pedirle a Ibañez que nos dibuje a la abuelita cibercebolleta.
Aunque no lo parezca, mismamente ya tengo edad de llamarme así 🙂
Yo he leído el título del post y automáticamente he pensado en todas las disqueteras, unidades CD-R, DVD+R, USBs y discos duros externos que tenemos todos en casa y que tenemos muertos del asco criando polvo.
Claro que tampoco había pensado en todos los bytes inútiles que tenemos por ahí pululando…. aunque claro, para ello el sentido común YA tendría que estar aplicandose…
Muy buen artículo, loretahur. Aunque abras unas puertas un poco peligrosas: «sentido común», «filtrar la información», «sin agobios ni angustias»…. jajajajajja, no sé yo…. en «un mundo en el que todo es mentira», que dice el tango, una buena información puede llevarnos a averiguar verdades que no seamos capaces de asumir. Lo cual es todo un reto, visto desde otro ángulo.
un beso fuerte,
andrei
@Andres: ¿Qué quienes somos yo? Nuestro yo digital está formado por miles de fragmentos distribuidos por miles de redes y sitios web. Como un espejo hecho añicos.
@Igor: será la experiencia, que es un grado 😉
@Tomás: ¡Qué bueno! Si sale un comic de esto, podría ser la bomba. Muchas gracias majo
@M. Luz: a los cibernietos les omitiré estos tragos amargos que me dan los ciberdelincuentes. Qué ciberrabia te da empezar la semana así 😉
Tú eres todavía muy jóvena (recuerda que la edad es un estado mental).
@MaY: ese es otro síndrome de diógenes muy duro (mi mesa del despacho es todo eso que describes y más… :S )
@Andrei: en ocasiones, los aluviones de información hacen que «la buena» se vea sepultada. ¿Cómo encontrar una aguja en un granero?
El tsunami de información es una de las principales fuerzas que lleva a la génesis de la red semántica, un paso más allá en el desarrollo de Internet. Al usuario no le interesa acumular datos, sino tan solo que se dé respuesta a sus preguntas.
¿Cómo?, quizás a través de la intuición, que «es capaz de reorganizar la materia estructural del cerebro que subyace por debajo del pensamiento, de suerte que quita el mensaje que origina la confusión, deja la información necesaria y el cerebro abierto para percibir la realidad de una manera diferente» (David Bohm). Si, además, no perdemos de vista el principio de contradicción (A no puede al mismo tiempo igual a «no A»), no es imposible hallar las respuestas «sepultadas». Otra cosa es que queramos encontrarlas, cosa que me parece más lejana cada día.
Ejemplo: «en Estados Unidos, un avión de pasajeros se estrella contra el Pentágono el 11 de septiembre de 2001».
beso fuerte,
andrei
@patxi: ha dado usted en la diana. El problema es que la web semántica va dando pasos muy lentos. Esperemos que la niña coja fuerza en sus piernas y un día eche a correr 😉
@andrei: yo no me jugaría todas mis cartas a la intuición…
Estoy contigo en que algunas respuestas no queremos encontrarlas (muchos días me viene a la cabeza aquello de que «bendita ignorancia que da la felicidad»).
Eso, eso, más sentido común y menos temblar el pulso para eliminar lo sobrante y lo que nos agobia, que a la final no podremos llevarnos el Reader a la tumba ¿o si?
SM
Ok excelente reflexión.
Creo que el secreto es limitar tus fuentes de información.
La madurez y la productividad 2.0. llegará por la selección de fuentes en función de su calidad.
No hacerlo es una locura.