O asertividad o botox

Por fin saco un segundo para dejar por escrito las conclusiones del último taller de aprendices organizado el pasado viernes en Eutokia sobre asertividad. Estoy deseando afrontar el siguiente, que tan amablemente se ha ofrecido a coordinar Josu 😉 sobre GTD para cerrar así el círculo: gestionar mejor mi tiempo. Entre empezar a decir que no a las cosas que no me motiven y organizarme adecuadamente, me veo con tanto tiempo que hasta igual lo podría regalar a quien se lo mereciera. ¡Quién sabe!

Llevaba una temporada larga con ganas de este taller y siguiendo el principio de «el que lo propone, se lo come«, nos pusimos manos a la obra. El resultado: el primer taller no tecnológico de los 13 que llevamos, con un ambiente estupendo y llevando a la máxima expresión la desconferencia y aquello de aprender todos a la vez, puesto que ninguno de los asistentes éramos expertos en el tema. De hecho, me atrevo a decir que todos teníamos grandes carencias en la materia porque somos de los que no siguen la máxima de «volar por debajo del radar» (Izaskun dixit). Es decir, que en la comunidad mostramos nuestra habilidad, así que luego nos caen peticiones como panes.

Empezamos el taller definiendo los perfiles comunicativos existentes. En los libros de coaching se habla de tres: pasivo, que corresponde a aquellas personas que esconden la cabeza bajo la tierra y no se mojan por nada ni por nadie; agresivo, que defiende sus posturas de manera violenta y sin escuchar a los que le rodean; y asertivo, nuestro héroe/heroína que sabe decir lo que piensa sin molestar a nadie o casi nadie. Sin embargo, nosotros llegamos a identificar un cuarto: el asertivo tóxico, que es capaz de decir que no pero deja marrones y cadáveres a otros.

También aclaramos que «decir que no» (uno de mis objetivos con el taller) y «asertividad» no son lo mismo. Seguramente lo primero sea una cualidad muy importante de lo segundo, pero no lo único. Lo que es evidente es que es imposible contentar a todo el mundo. De hecho, los primeros que somos traicionados cuando no hay asertividad de por medio somos nosotros mismos.

Y llegó, por fin, lo más esperado: las técnicas para ser asertivos. Como una es muy ingeniera y necesita clasificar y ordenar todo, las dividiré en físicas y virtuales. Es decir, las que usamos en el cara a cara o las que usamos en los medios telemáticos.

  • Físicas:
    • Dar la caña y no tanto el pescado. El mayor de los pecados de los enmarronados natos es que tendemos a pensar que las cosas, o las hacemos nosotros, o no se harán bien. Eso y que nos llevará más tiempo explicarle a alguien cómo ejecutarlas. Pero en la mayoría de ocasiones nos saldría mejor enseñar a la gente para que no nos vuelvan a pedir lo mismo una y mil veces. Esta técnica es difícil de poner en marcha si eres de esas personas a las que les gusta que dependan de ti para sentirte útil.
    • Usar el sentido del humor para comunicar las cosas menos agradables puede ser una buena técnica.
    • Acabar con los miedos del NO: que si igual no nos vuelven a llamar, que si igual piensan que somos unos bordes, la culpabilidad de dejar a la otra persona tirada, …
    • Afianzarte en los «sincericidas«. A veces, para que te cueste menos decir tus verdades, necesitas que agentes externos te confirmen que no sólo son tuyas, sino que ellos también las comparten. Ojo con el concepto de «sincericida» (Izaskun dixit de nuevo… ¡qué gran fichaje!), que es aquella persona que te dirá las verdades, aunque duelan.
    • Apareció también como técnica la mentira, pero a mí no me termina de convencer. Este arma puede tener doble filo: si nos excusamos mal, se puede convertir en una trampa mortal. Por ejemplo, si alguien te ofrece un trabajo y le engañas diciendo que en esas fechas no puedes, será capaz de neutralizarte con un cambio de día.
    • Hacer algo que no te apetecía, pero haciéndole ver a la otra persona lo que te ha costado, para que se replantee en el futuro el volvértelo a pedir.
    • Explicitar nuestras limitaciones. Muchas veces estamos hasta arriba de trabajo o no estamos capacitados para algo que nos han pedido. Sin embargo, parece que en determinados círculos es un signo de debilidad manifestarlo y nunca se lo trasladamos a nuestros interlocutores. Así que tampoco se cortarán a la hora de pedirnos cosas que estén fuera de nuestra mano. Eso sí, se trata de explicitar la realidad y no engordarla. Como bien decía Alorza, ante un «estoy de un agobiado…» irreal, no hay mejor respuesta que un «pues qué poco te cunde«.
    • Sustituir la palabra «pero» por «y si además». Será interpretada con menos brusquedad por nuestro interlocutor. Veamos un ejemplo: ¿qué os molesta menos: «Eres muy bueno pero lento…» o «Eres muy bueno y si además le imprimieras más ritmo…«?
  • Virtuales:
    • Es evidente que a través de los medios telemáticos es más fácil ser asertivo, dado que tenemos más tiempo para madurar una respuesta (y no nos entrarán los sudores fruto de mirar a alguien a los ojos). Pero también tenemos una pega: las palabras escritas pueden ser, en ocasiones, malinterpretadas. Lo que sí está claro es que deberemos aprovechar la primera ventaja y darnos un tiempo para responder. De esta manera, la respuesta estará más alineada con nuestra forma de pensar si la conseguimos aislar de las prisas y de los estados anímicos, que en ocasiones son muy tramposos, puesto que cuando estamos de subidón hacen que digamos que sí hasta a un crimen y, en cambio, cuando estamos de bajón, que no hasta al mejor de los regalos.
    • Si en las técnicas físicas hablábamos del humor, aquí lo podemos traducir en emoticonos que acabarán, en ocasiones, con la frialdad de las palabras.
    • Lo bueno de los correos electrónicos es que puedes mandar un único mensaje a varias personas a la vez, poniendo a partes interesadas en copia, pero sobre todo, explicando al receptor del mensaje por qué esas personas están en copia (que ya sabemos que las susceptibilidades digitales están al orden del día).

También hicimos un listado de personas a las que decir que no: los robadores de tiempo, las personas que ya te la han liado anteriormente, los que no establecen relaciones simétricas (sólo saben pedir pero nunca dar), los manipuladores emocionales, …

Así que, tras este taller, me toca hacer los deberes. O empiezo a practicar la asertividad, o me apunto a la moda del botox al estilo Gadafi para que jamás sepan lo que quiero transmitir. Eso sí… el botox igual trae de regalo una gran úlcera en el estómago por tragar tanta bilis… 😉

Imagen de Kukudrulu (CC by-nc-sa)

Lorena Fernández Álvarez (@loretahur)

Ingeniera salsera. Actualmente, directora de comunicación digital de la Universidad de Deusto. Miembro del grupo experto de la Comisión Europea Gendered Innovations para analizar el impacto de no incorporar la perspectiva de género en la Inteligencia Artificial. Colabora en el programa de radio “Hoy por Hoy Bilbao” de la Cadena SER desde 2009 con una sección sobre nuevas tecnologías. Además, es jurado del premio Ada Byron a la mujer tecnóloga y mentora del proyecto Inspira STEAM, un proyecto que busca el fomento de la vocación científico-tecnológica entre las niñas. Ha creado junto a Pablo Garaizar e Iñigo Maestro el juego de mesa Nobel Run.

5 thoughts on “O asertividad o botox

  1. Kaixo,

    Tiene pinta de haber sido muy interesante ese taller 🙂

    Tanto en este post como en el de «Aprender a decir que no» me veo muy reflejado, la entrada de wikipedia para asertividad ha pasado por Ctrl+d :P. No hay muchos días al año que me quite la capa lurker pero eso, que eskerrik asko.

    salu2!
    .

  2. @jaXvi: pues se agradece un montón que os quitéis de vez e cuando esa capa lurker para saber que hay alguien al otro lado :-D. ¡Que no sea la última vez!

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