Aunque pudiera parecer que entre un escritor y sus lectores hay una línea directa, realmente existe una larga cadena de actores que intervienen desde que una palabra se escapa de la pluma del primero hasta que entra por el ojo de los segundos.
Hace unos años, en mi supina ignorancia, los libros brotaban en las librerías como las hojas de los árboles. No me había parado a pensar en el camino por el que pasaban hasta llegar ahí. Pero un buen día, alguien se molestó en contármelo con detenimiento en un bonito gráfico servilletero :-). Así que aquí va el resumen para aquellos que, como yo, quieran saber qué hay al otro lado:
Autor/a
De su cabeza parte esta historia (a no ser que te llames Ana Rosa y tengas a un «negro literario» escribiendo en tu nombre). Se trata del padre o madre de la obra (hay incluso ejemplares con varios padres y madres ;-)) y se encarga de lo más difícil: parir una historia. Pero me temo que pronto descubrirá, si no tiene ya reconocimiento en el mercado, que no era lo más doloroso del camino. Aquí aparecen las típicas imágenes que nos han grabado en la retina las películas americanas: bohemios escribiendo con chaqueta de lana en su casa de la montaña (por supuesto a mano o a máquina… de escribir). Tras este proceso romántico (que supongo que la realidad le restará bastante glamour) nace un manuscrito. Y con ese manuscrito, saltamos al siguiente actor en esta cadena.
Agente
Al igual que los actores y actrices, la mayoría de escritores necesitan que alguien haga de interlocutor entre ellos y las editoriales para que su libro se publique. También servirán como asesores para saber qué firman en cuanto a derechos de autor se refiere.
Editor/a
A través de un agente o del propio autor, al editor le llegan esos manuscritos que serán la génesis de un futuro libro. Éste evalúa las obras que recibe y decide si merecen o no publicarse, pudiendo incluso hacer correcciones sobre la forma y el fondo. De hecho, en este proceso, los libros se enriquecen a través de las figuras de ilustradores, traductores, correctores de ortografía, maquetadores, …
Los editores negocian los derechos de autor (que pueden ser adquiridos a nivel territorial, es decir, sólo para la publicación en un determinado país o para un idioma en concreto, un soporte en concreto, etc.).
Por otro lado, también fijan el precio de los libros (precio que dependerá del formato y material elegido: cartoné, libro de bolsillo, electrónico, ..) y dado que en España existe una Ley de precio fijo, éste será el mismo en todos los establecimientos donde se ponga a la venta. Como mucho, se le podrá aplicar un 5% de descuento (rebaja que aplican sistemáticamente las grandes superficies) o un 10% en ferias del libro (las bibliotecas pueden beneficiarse de hasta un 15%). Por cierto, entrando en el plano digital, ¿sabíais que los libros en formato papel soportan un 4% de IVA mientas que los ebooks un 18%?
La mayoría de editores españoles se agrupan bajo la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), una asociación que representa y defiende los intereses generales del sector editorial. La FGEE es la nueva responsable (desde 2011) de «vender» los ISBN de los libros. Fijaos que he puesto vender, porque hasta este año, era un servicio gratuito ofrecido por la agencia del ISBN (servicio público) que ahora se ha privatizado y que obliga, además, a adquirir packs de 10 (vayas a editar 10 libros o no). Recomiendo la lectura de este post de Álvaro Sobrino sobre el tema. Hasta 2009 era obligatorio que cada libro contara con su propio ISBN, pero ahora ya no. Por cierto, en diferentes formatos un mismo libro tiene diferentes ISBN. Es decir, el formato papel tendrá un ISBN diferente al electrónico. Pero ahí no queda la cosa, porque dentro del electrónico también tiene diferente ISBN el PDF que el ePub. No es de extrañar con esta sobreabundancia que, hace tres años, el ISBN pasara de tener 10 dígitos a 13.
La FGEE también es la responsable de proyectos como DILVE (gran base de datos con la información de los libros españoles en venta).
Distribuidor/a
Hasta la aparición de la impresión bajo demanda (es decir, un libro en papel no nace hasta que un lector no lo pide en su librería habitual o en Internet), se lanzaban tiradas de impresión (lo que se conoce luego como ediciones). Esas tiradas tienen que almacenarse en alguna parte. De eso se encargan los distribuidores y, por supuesto, de repartir luego esos ejemplares por las diferentes librerías. Además, hacen a menudo (sobre todo para las editoriales pequeñas) el papel de ‘agentes comerciales’ presentando las novedades a las librerías.
FANDE (Federación de Asociaciones Nacionales de Distribuidores de Ediciones) es el órgano representativo del sector de la distribución de libros y publicaciones periódicas en España.
Librero/a
Y llegamos por fin a los espacios donde los libros se reúnen con sus lectores pidiendo desde las estanterías ser comprados para que los lectores los hagan suyos en sus casas ;-).
CEGAL es la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros. Suyo es el portal todostuslibros.com, que ofrece información de más de un millón de libros y su disponibilidad en las librerías.
Presentados todos los actores, ¿cómo se reparten la tarta? Para que nos hagamos una idea, de lo que nos cuesta un libro a los lectores, el distribuidor se lleva un 10%-20% del precio; el librero, un 30%-40%; el editor un 35% (el 20% lo emplea en la producción del propio libro); y el autor, un 8-10% (porcentaje que es significativo sólo si el libro goza del apoyo del público). Como vemos, esta tarta no «engorda» a ninguno de los implicados.
¿Y cómo salir de este circuito con tantos pasos y tantas bocas que alimentar? Pues claramente tocará saltarse puestos e ir de oca a oca mediante la autopublicación u otras fórmulas (aunque movimientos como la privatización del ISBN no ayuden en absoluto). ¿Será el tsunami digital el que modifique estos estamentos hasta ahora estancos? Proyectos como Libranda han intentado perpetuar la cadena tradicional, pero han fracasado estrepitosamente. En el futuro, veremos como algunas figuras hibridan o incluso mutan.
Finalizaremos este post con un vídeo que nos muestra cómo se hacía un libro en 1947:
Millones de gracias al diseñador de esa servilleta que tuvo la paciencia suficiente para contarme todo y revisar esto ahora.
Imagen de texasgurl (CC by-nc)
Falta la parte más técnica: diseñadores-maquetadores, imprenta… toda la maquinaria de promoción… la agencia del ISBN… traductores en el caso de obras en otros idiomas…
Uff, qué estrés tanta gente junta! :oP
@neregauzak: ¿pero no ha leído usted el post completo? Salen reseñados (aunque no les haya dado nivel 1 ;-)). Además, la agencia del ISBN, como comento, ya no existe. Ahora de eso se encarga la FGEE
Castigado contra la pared del blog y me copia 100 veces «No haré más lecturas verticales» ;-P.
No sabía que se habían cepillado la agencia del ISBN. O estoy en la parra o no le han dado mucho bombo. Me parece una forma de privatizar la cultura bastante chunga. Tanto hemos protestado los internautas por ciertos temas y se nos ha pasado esto. Bueno, al menos a mí.
La digitalización de las diferentes Industrias Culturales ha venido acompañada de la utopía de la desintermediación, y es frecuente ver ejemplos en los medios (estrellas de la canción descubiertas en Youtube, autopublicaciones exitosas…), pero por norma general, lo que se produce más bien es una «reintermediación». Los actores de la cadena tradicional no están dispuestos a ceder su parcela de poder (léase su trozo de tarta). En el fondo es lo que hay detrás de tanta Ley Sinde y derivados.
Saludos
@tahur munco: por los blogs del «barrio» del libro sí se había hablado largo y tendido de lo del ISBN. De hecho, el artículo que enlazo de Álvaro es de lo mejorcito para explicar las implicaciones del cambio. Una pena 🙁
¿Has visto este video? Es el ejemplo de la revista Orsay de Casciari. Clarificador
http://www.youtube.com/watch?v=_VEYn3bXz34
¡Genial la charla! Gracias Josu 😀