Dejo en este rinconcito un artículo que me solicitaron desde emenTIC, el nuevo centro vasco de Internet Segura y Educación Creado e impulsado por Suspergintza Elkartea.
Las redes sociales digitales nos acompañan desde hace no mucho. Y fijaos que he puesto el apellido digital porque las otras, las analógicas, llevamos cultivándolas desde que el ser humano tiene capacidad de socializar. La primera red social de la que se tiene constancia en internet es SixDegrees.com, que nació en 1997. ¿Y por qué es importante esta fecha? Porque marca una de las diferencias más importantes entre los nativos digitales y los inmigrantes. Cuando los primeros nacieron, esa red ya estaba ahí, así como la tecnología que hoy nos acompaña. ¿Y qué sucede con las cosas que nos rodean cuando venimos al mundo? Que dejamos de preguntarnos por qué están y por qué son así. Una muestra de ello es que todo los años suelo preguntar a mis estudiantes si saben por qué Google les devuelve los resultados de una búsqueda en un orden concreto. Lo que me desconcierta no es que no sepan la razón sino que nunca se hayan hecho esa pregunta, dado que para mí es algo realmente importante (Google decide a qué información accedemos). A los inmigrantes, sin embargo, nos suelen sorprender las nuevas tecnologías. Solemos leernos las instrucciones, mirarlas con mayor recelo y pasarlas a través de las gafas de nuestra experiencia vital.
Pero a pesar de esta diferencia, estoy descubriendo últimamente que todos somos un poco adolescentes en redes sociales. Por ejemplo, si preguntas quién se ha leído los términos de uso de esas plataformas, ni jóvenes ni adultos responderán afirmativamente. Cada vez es más habitual ver “adultos” haciendo un uso abusivo de las tecnologías o reprender a sus hijos e hijas para que dejen el móvil mientras ellos responden a un WhatsApp. Es por esto que no me sorprenden artículos como éste en el que se habla de que los menores de edad velan más por su privacidad que los adultos. Y es que están en una edad en la que la presión de grupo es tremenda, para lo bueno y para lo malo. La parte positiva es que cuidan más de lo que pensamos sus perfiles y las opciones de privacidad para determinar quién puede ver o no sus publicaciones. La parte no tan positiva es que esa presión de grupo les empuja a prácticas como el sexting o a publicar determinados contenidos que les pueden afectar en un futuro, cuando se pongan a buscar empleo.
Tenemos que romper con ideas preconcebidas como que la intimidad ha muerto entre las personas jóvenes. Si bien es cierto que hoy en día la extimidad campa a sus anchas, me temo que es algo que afecta por igual a mayores y no tan mayores. De hecho, cómo explicar si no el éxito de plataformas clasificadas como temporary social media. Ese es el caso de Snapchat, una app móvil que permite a los usuarios enviar imágenes, vídeos cortos o mensajes y hacerlos visibles durante un periodo corto de tiempo, momento en el que desaparecen.
Pero como decía anteriormente, la presión de grupo también les empuja a otras cosas. En el caso del sexting, son plenamente conscientes de las consecuencias perjudiciales que puede tener para ellos. Una investigación ha revelado que no lo hacen por una cuestión sexual, sino que más bien por ganar popularidad o por la presión de sus amigos y amigas.
Luego tenemos también el caso de los huérfanos digitales, gran término acuñado por Genís Roca, que hace referencia a todas esas personas jóvenes que están en internet sin sus padres y madres. En este caso, los adultos ven la tecnología como un agujero negro. Algo que desconocen y de la que solo tienen una percepción negativa recibida a través de los medios de comunicación (dado que normalmente son noticia las cosas malas y no las buenas). Así que ante lo desconocido, toca aplicar miedo. Y ese miedo suele ir acompañado con prohibiciones en vez de con educación. Por tanto, la asignatura pendiente la tenemos los adultos. Nos toca formarnos en estos espacios, conocer mejor la tecnología pero aún más los comportamientos. Y ante todo, aplicar nuestra experiencia para hacer un buen acompañamiento de nuestros jóvenes en esos nuevos caminos. Todos tenemos aún mucho que aprender y ajustar para movernos con comodidad por este nuevo mundo digital.
Imagen de Nukamari (CC by-nc-nd)
Interesante aproximación, Lorena, con referencias a tener en cuenta.
Reconozco que de primeras me encontraba a gusto con la metáfora de «inmigrantes» y «nativos», pero creo que la cuestión está más, en la línea que apuntas, en esa competencia o «madurez» digital a alcanzar.
Es completamente cierto que todos nos encontramos bastante lejos de alcanzar la madurez digital como tu has dicho. Sin embargo, creo que en el caso de los nativos esa inmadurez se debe a su corta edad, mientras que en el caso de los inmigrantes no se si llegarán a alcanzar algun dia la madurez de la que hablas.