Todos los días la misma cantinela: ponerse delante del ordenador (o dispositivo conectado que esté más cerca de tus dedos) para enfrentarse a una bandeja de entrada gorda y renovada. Decenas de mensajes se agolpan esperando ser leídos. Pero eso no es lo más frustrante. Hacerlo con la convicción de que mañana se repetirá la misma historia, por mucho que hoy dejes tu bandeja a cero, sí que lo es.
Algunas estadísticas hablan de que se mandan en el mundo 2.334.265 correos electrónicos por segundo (contando los de spam). Si queréis ver qué otras cosas se hacen en un segundo en internet, os recomiendo la página ‘Every second on the Internet‘. Como bien reza el final de esta página «Hace 20 años, solo había 130 sitios webs en toda la red, Google ni siquiera estaba entre ellos y el usuario tenía que pagar para tener una cuenta de correo electrónico a través de un ISP«. Por cierto, ¿os acordáis ahora de los guruses que decían que las redes sociales matarían el email? Yo me acuerdo de ellos todos los días…
Es la leyenda de Sísifo de los tiempos modernos. Nuestro castigo, en vez de llevar una piedra hasta la cima de una montaña será la empujar nuestros mensajes a sus respectivas etiquetas o a la papelera. Hay días en los que la piedra pesa mucho. Otros en los que directamente dejamos de empujarla hacia arriba, así que al día siguiente es el doble de grande.
Y la piedra de Sísifo puede crecer aún más, porque mirando al futuro, el cielo no parece estar más despejado. Algunos quieren que nunca estemos offline. La última portada del Time da en el clavo con su titular, sobre todo con la parte del «like it or not«. Porque como ya hemos dicho otras veces, la tecnología no es neutra y va cambiando nuestros comportamientos. Así que nos guste o no, si nuestro entorno funciona con estos ritmos y cargas, será difícil escapar de la corriente. Si a día de hoy, los usuarios ya contamos con una media de seis dispositivos digitales, (según el estudio Somos Digitales. Digital Consumer Survey), ¿a cuántos tocaremos en unos años?
Os dejo, me vuelvo a empujar la piedra hasta la cima de la colina. Mañana volverá a estar abajo.
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