Artículo publicado en la Revista Deusto Nº 125 (invierno 2015).
A veces cierro los ojos y me imagino internet como un gran Gargantúa insaciable que traga sin descanso información. Cuanto más consume, más quiere. Cuanto más le alimentamos, mejor nos conoce. Tanto, que estamos a punto de ver cómo la tecnología será capaz de adelantarse a nuestros propios pasos. Y es que por mucho que pensemos que somos únicos y originales y que tomamos nuestras decisiones de manera consciente, somos bastante más predecibles de lo que creemos.
Historias distópicas como Minority Report nos hablan de policías del PreCrimen que detienen a las personas antes de que cometan un delito. Pero si pensabais que esto era fruto de la gran imaginación de Philip K. Dick allá por 1956, deciros que en EE.UU. ya se está trabajando en ello. Un sistema denominado Predpol está instalado en más de media docena de ciudades norteamericanas. Su función es analizar ingentes bases de datos de crímenes pasados para así, vaticinar los del futuro. No se trata, como en el relato, de encontrar a los culpables, pero sí de identificar patrones de comportamiento. Algunos usan el símil de la sismología en esta historia y avanzan que a las personas, al igual que a los terremotos, nos afecta la localización y la oportunidad. Es decir, que si unos ladrones consiguen asaltar una vivienda con éxito y de una manera sencilla, es altamente probable que reincidan.
Dejando de lado los actos delictivos, podemos ver otro ejemplo que ilustra la confianza que tienen las empresas a la hora de anticiparse a nuestros actos. Tal es así que Amazon registró en 2013 una patente que detalla un proceso que enviará a los puntos de logística cercanos a nuestro domicilio una compra antes de que la hagamos. Y no es de extrañar, dado que esta compañía lleva muchos años almacenando todos nuestros movimientos dentro de la plataforma: qué compramos, qué nos suscita interés, cuál es nuestra navegación. Así que no será difícil para ellos imaginar que, si hemos comprado la saga completa de Juego de Tronos, cuando George R. R. Martin se decida a publicar el sexto libro, caeremos sobre esa obra de inmediato.
Facebook también juega con su bola de cristal, en este caso en el ámbito afectivo. O al menos así lo relata un paper presentado por Lars Backstrom, investigador de la propia compañía y Jon Kleinberg, de la Universidad Cornell. A través de esta publicación detallan cómo, dependiendo del contenido, la frecuencia de la publicación de los usuarios y los contactos en común, una pareja puede terminar enamorándose. El que tengan muchos amigos en común, aparezcan en muchas imágenes juntos y comiencen a revisar mutuamente el perfil de la otra persona, son signos claros para el gigante de las redes sociales de que el amor surgirá entre ambos. Curioso, por otra parte, los datos que muestran que, tras la notificación oficial al mundo de su relación (es decir, cuando publican el típico estado de “en una relación”), la frecuencia de su publicación en Facebook baja considerablemente. Las rupturas también son objeto de estudio. Nos avisan de que algo marcha mal cuando ambas personas dejan de aparecer juntas en las fotografías y dejan de comentar las actualizaciones del otro.
Twitter tampoco escapa a este tipo de investigaciones. Según un trabajo de Eric Hovitz, co-director del laboratorio de Microsoft Research, es posible identificar a las madres en riesgo de tener una depresión posparto, observando sus tuits. A través del análisis de pronombres y preposiciones, si se hace un uso excesivo de la palabra “yo” ligada a aspectos negativos, se detecta un poderoso indicador de alta ansiedad.
Parece que estamos cada día más cerca de ver cómo la tecnología pasa con éxito el test de Turing (ese en el que se pone a una persona a conversar a través de un chat y debe adivinar si al otro lado está otra persona o una máquina). Pero no porque esté adquiriendo consciencia humana, sino porque su capacidad de computación es mayor y dispone de más datos y comportamientos almacenados que le permite predecir el derrotero de esa conversación.
Edward Snowden ya nos avisó de que las Agencias de Seguridad Nacional están muy interesadas en almacenar todos nuestros pasos. Las redes sociales también nos lo demuestran diariamente. Pero dejemos de temer por nuestra información personal. Lo que realmente les importa es nuestro comportamiento. Así que no descartemos que con el crecimiento exponencial del Big Data, la capacidad de sorpresa en nuestras vidas se vea mermada. El Gargantúa nos conoce mejor que nosotros mismos.
Imagen de Tim O’Brien (CC by-nc-sa)