Si el arranque de la primera crónica de India BizIra era con un proverbio indio, este cierre va también con una frase ajena, recogida del mundo cinematográfico, que tantos buenos momentos nos ha dado por las noches jugando a las películas. En el vuelo de ida, el azar me llevó a ver «El exótico Hotel Marigold«, ambientada precisamente en India. La frase que llamó mi atención en ese momento fue «Al final, todo acabará bien y si no acaba bien, es que aún no es el final». Y efectivamente, hemos aterrizado en Bilbao (aunque me temo que a mi cabeza le costará aún más aterrizar), pero eso no quiere decir que sea un final, ni mucho menos. India BizIra ha encendido algo que difícilmente podremos ya apagar.
Es difícil explicar con palabras lo vivido. De hecho, me enfrento a esta pantalla y no paro de escribir y borrar porque no doy con la tecla que cuente el cóctel de sentimientos que revuelven ahora mi cabeza y mi estómago. Nos hemos traído de vuelta muchas cosas en la maleta. Cosas aún que no somos capaces de entender de esa cultura y una sensación compartida de que no hemos visto más que la punta del iceberg que es India. Pero también nos hemos traído muchos aprendizajes, amplias sonrisas y cariño, ejemplos vitales con prioridades muy distintas a las nuestras, un nuevo concepto de la palabra acogida y, sobre todo, de la palabra generosidad. Porque si algo ha caracterizado esta experiencia es precisamente eso: la generosidad de las personas que aquí nos han recibido con los brazos abiertos. Esas niñas y niños que, sin darnos cuenta, nos han robado un pedacito de corazón.
Ahora nos enfrentamos a la vuelta con mucho respeto y con la impresión de que serán necesarios muchos días para procesar este regalo, para poder desenvolverlo como se merece y transmitirlo a otras personas, sin caer en las anécdotas fáciles y en la superficialidad. Lo único que tenemos claro en este caos de sentimientos es uno: el agradecimiento. Y la lista es interminable: a la gente de ALBOAN que ha preparado con tanto mimo esta experiencia y a nosotros para afrontarla, a todas las personas que nos han acogido en Gujerat como si fuésemos una más de la familia, a todas las niñas y niños que nos han regalado toneladas de cariño a cambio de abrazos, a este grupo de viaje de diez personas que apenas nos conocíamos al inicio y que ahora se nos hace cuesta arriba separarnos, a mi pareja de aventuras con la que me he sentido como Zipi y Zape y con la que he compartido tanto y tan bueno, y por supuesto, no me podía olvidar de la persona que ha tenido que aguantarnos todos estos días, con nuestros momentos buenos y con nuestros momentos menos buenos, y que aún así ha conseguido sacar lo mejor de nosotros.
Y paro aquí, porque se me empañan los ojos por enésima vez, y a una tía dura como yo, no le puede pasar. Reitero lo dicho al principio, aunque suene manido: es difícil expresar con palabras lo vivido, y más cuando está sin procesar. Aún a riesgo de ponerme pastelona, lo dejo por escrito, para que pasado un tiempo prudencial, repase esto con una sonrisa bobalicona en la cara. GRACIAS, INDIA BIZIRA.
Ongi etorri Lorena 🙂
Eskerrik asko Amaia! Nos veremos por ahí seguro 🙂
Ongi etorri Lorena! Seguro que te costará aterrizar y que lo vivido no se olvidará jamás… pero hasta «las tías duras» como tu tienen el derecho de llorar todo cuanto quieran! Estaría bueno!Es más… con los años es algo que se acentúa ( te lo dice una con experiencia)
Lo dicho: feliz regreso basauritarra!