Las personas que me conocen saben que tengo unas cuantas manías (en petit comité solemos incluso llamarlas taras): soy una talibana de la ortografía hasta extremos enfermizos, no sé nadar (y no tengo ganas de aprender) y cada vez que escucho la palabra hacker para referirse a algo negativo, me sale sarpullido.
Es por eso que, tras leer la enésima noticia con este término mal empleado, me he decidido a restituir su significado, obviamente dentro de mis posibilidades. Y una de esas posibilidades es mi sección semanal sobre internet y nuevas tecnologías en Radio Bilbao (Cadena SER), junto a Azul Tejerina.
Así que pensando en la mejor ayuda para esto, hoy me he traído al estudio a Pablo Garaizar, más conocido como Txipi por estos lares digitales.
Cuando se trata de buscar definiciones, lo primero que suelo hacer es tirar de la RAE. Error. El concepto está admitido desde 2014 pero su única acepción es “pirata informático”. Fin. Ya está. No os creáis que me he olvidado de algo… Dejando de lado la palabra pirata, que ya tendría un post para ella solita, no es de extrañar que en su día se echaran las manos a la cabeza personas como Richard Stallman (uno de los padres del software libre) o Chema Alonso (especialista en seguridad informática), que incluso llegó a lanzar una petición en Change.org que recopiló 5.335 firmas. Hasta hoy, que seguimos igual.
El IETF (Internet Engineering Task Force) tiene una definición breve, pero creo que bastante más certera: «Un hacker es una persona que se deleita por tener una comprensión profunda del funcionamiento interno de un sistema». Si además tuviera que añadir otros conceptos de mi cosecha, serían pasión, curiosidad, espíritu juguetón, búsqueda de los límites a la tecnología (y otras cosas) con el fin de mejorarla o hacer un uso que no estaba previsto. Y fijaos que he puesto entre paréntesis lo de “y otras cosas” porque, a pesar de que la cultura hacker nació en el mundo tecnológico, se puede aplicar a muchos otros ámbitos de la vida. ¡Ojalá hubiera más hackers sociales!
Buscando los orígenes, la cultura hacker nació en torno a los años 60-70 y está ligada a los laboratorios y clubes del MIT. De hecho, una de las cosas que más me sorprendió el día que visité sus instalaciones es el orgullo con el que muestran sus hacks. Uno de los más curiosos surgió a raíz de la rigidez por parte de la policía interna del MIT con el uso de las bicicletas en el campus. Durante una temporada, si un estudiante dejaba una bicicleta mal aparcada, le era confiscada. Así que como respuesta a esto, un día, apareció un coche de la policía sobre el Great Dome (Gran Cúpula), el edificio más emblemático. Bueno, eso pensó en un inicio la policía, que no terminaba de explicarse cómo uno de sus vehículos había sido izado hasta allí. De hecho, al hacer inventario, no faltaba ninguno. Tras mirar la matrícula (que era el número Pi), descubrieron la broma: se trataba de una reproducción exacta que habían hecho los hackers, con todo lujo de detalles como, por ejemplo, un policía dentro, con sus respectivos donuts. Un acto reivindicativo que ha quedado para los anales de la Historia. Os recomiendo que echéis un ojo a los hacks de MIT en esta web.
Pero ojo, que esta cultura hacker tiene su propia ética. De hecho, os recomiendo la lectura de «La ética del hacker y el espíritu de la era de la información» [PDF], un libro escrito por Pekka Himanen, con prólogo de Linus Torvalds y epílogo de Manuel Castells. Según Himanen, un hacker no es un delincuente, vándalo o pirata informático con altos conocimientos técnicos (a los que prefiere llamar crackers), sino que hacker es toda aquella persona que trabaja con gran pasión y entusiasmo por lo que hace.
Por último, os dejo con el decálogo de la cultura hacker, que elaboró el equipo del Dev.F.:
- Dar antes que esperar recibir. Compartir es uno de los pilares.
- No pedir permiso. Aquí me traigo una frase de la mítica Grace Murray Hopper: “Prefiero pedir perdón que pedir permiso”.
- Más hacer y menos hablar.
- No existen excusas, o cómo responsabilizarnos de nuestras acciones, sin echar balones fuera.
- Resuelve problemas (y no crees nuevos).
- Sigue a tu curiosidad.
- Fracasar es crecer. Una auténtica apología del fallondizaje.
- Conoce tus herramientas y comunidades. No reinventes la rueda. O como diría Eric S. Raymond: «Ningún problema debería resolverse dos veces».
- Siempre hay algo que aprender.
- Involúcrate.
- Diviértete en el proceso. Lo más importante no es la meta, sino el viaje para llegar a ella.
Os dejo con la entrevista a Txipi, de la que si me tengo que quedar con una frase, es la que he usado como titular: “Hacker es un piropo que te tienen que regalar”. Pues yo te lo regalo, Txipi. Para mí, un auténtico hacker de los pies a la cabeza.
Precioso 🙂 Precioso todo 🙂 Como mola emocionarse de nuevo, al leer este post, así sucede!
Excelente.
Yo también son un poco talibán con la ortografía, y no lo considero una tara. Puede que sea una batalla perdida (la RAE ya admite almóndiga, madalena y otubre; OMG), pero hay que librarla de todos modos.