Artículo publicado en la Revista Deusto Nº 129 (2016).
Buscando en internet una cita con la que arrancar este artículo, me he topado de bruces con la frase ideal por dos razones. La primera, porque me sirve muy bien para ilustrar lo que quiero contar: “Una mentira puede dar la vuelta al mundo antes de que la verdad tenga tiempo a ponerse las botas”. Y la segunda, porque cuando tenía la autoría de Terry Pratchett identificada, me he puesto a indagar más… y la cosa se ha complicado. En algunos sitios leo que es de Mark Twain, así que me siento incapaz de discernir quién la escribió realmente.
Si esto pasa buscando de manera concienzuda información, ¿qué sucederá con la que consumimos más a la ligera en la red? Rumores, bulos, fakes, hoax… la mentira se esconde detrás de múltiples nombres. E internet le ha conferido un nuevo apellido: viralidad. El alcance de una leyenda urbana antes era más o menos limitado. Sin embargo, a día de hoy, por mucho que hayamos escuchado siempre eso de que las mentiras tienen las patas muy cortas, en las redes sociales han encontrado la forma de correr a gran velocidad. Y es que el carácter de inmediatez que tienen estas plataformas ha generado una especie de ansiedad por querer ser los primeros en contar algo. Eso anula cualquier intento de que el espíritu crítico entre en escena y ponga en cuarentena lo que leemos.
Pero lo que aún es más curioso es que los bulos suelen ser más interesantes que sus respectivas rectificaciones. Una investigación de la Universidad de Columbia analizaba el nivel de interacción en rumores versus el nivel de interacción de las publicaciones que rectificaban esos rumores. Sorprendentemente (o quizás no tanto), los fakes obtenían mayor número de retuits, likes y comentarios. Uno de los que se analizó en ese estudio roza casi lo absurdo pues sostenía que la Tierra estaría seis días en completa oscuridad durante diciembre de 2014. Si bien muchos medios catalogados como fiables desmintieron la noticia, contando con una más de 135.000 interacciones sociales, los artículos con el fake lograron más de un millón.
¿Pero dónde empieza un engaño?
En ocasiones se trata de una “chiquillada” por parte de alguien que no es capaz de atisbar el impacto de sus palabras y acciones en digital. En otras, la maldad va con una intencionalidad clara. Incluso hay casos de publicaciones que parten como chistes pero terminan siendo tomadas en serio. Y no pueden faltar los experimentos. Ese fue el caso de Santiago Swallow. ¿Que quién era Santiago? Su página de Wikipedia le presentaba como un “orador motivacional, educador y autor dedicado a entender la cultura moderna en la era de redes sociales». Su cuenta en Twitter tenía más de 90.000 seguidores. Pero todo era producto de un proyecto llevado a cabo por el tecnólogo Kevin Ashton, conocido en la actualidad por acuñar el concepto de «internet de las cosas». Su intención con esta farsa era demostrar lo fácil y barato que puede ser crear un influencer en internet. Generó un nombre y unas fotos falsas, creó su cuenta de Twitter y su página en Wikipedia y compró por tan solo 50 dólares un gran número de seguidores. Para poner la guinda al pastel, desarrolló un algoritmo que generaba tuits automáticamente combinando frases de charlas TED. Resultado: un personaje ficticio convertido en gurú digital.
Pero este tipo de información campa a sus anchas por todas las redes sociales, no solo por Twitter. De hecho, en Facebook están muy preocupados por ello. Hace unos años publicaron un paper en el que se analizaba la reacción de los usuarios que publicaban noticias falsas, cuando uno de sus amigos así se lo indicaba con un comentario. Lo que descubrieron a través de esta investigación fue que las personas son más propensas a eliminar estas publicaciones después de haber recibido el comentario. Pero también que a los usuarios no nos gusta que nos digan que hemos caído en un engaño, así que esa notificación provocaba que bajara la interacción posterior en la plataforma. Cosa que, obviamente, no le interesa a Facebook. Es por esto que han decidido incorporar una nueva herramienta que permite a los usuarios marcar una publicación como «noticia falsa», disminuyendo entonces las posibilidades de que aparezca en el timeline de sus contactos pero también evitando que el sujeto que ha compartido el rumor se dé cuenta.
Si bien hay muchas personas y organizaciones difundiendo informaciones no veraces, también hay otras trabajando por lo contrario. Ese es el caso de plataformas como emergent.info, hoaxes.org o snopes.com, que funcionan a modo de detectives del rumor. Hasta el mismísimo Tim Berners-Lee, padre de la web, creó en su día una fundación -la World Wide Web Foundation- para examinar, entre otras cosas, la fiabilidad de los contenidos.
Se dice y se repite que estamos en la época de la información. Pero en ocasiones me planteo si no será lo contrario porque nos cuesta más contrastarla que creérnosla. Me quedo con lo que nos dice Zygmunt Bauman en su libro Vida de Consumo: “Hay demasiada información dando vueltas. Es crucial la capacidad de cada persona de protegerse de ese 99.99% de datos que uno no desea. La frontera que separa los mensajes relevantes del ruido de fondo es absolutamente borrosa.”. En nuestras manos está dar con ese 0.01%.
obre la frase le voy a preguntar a Manuel Ortuño que es un auténtico experto en Twain 😉 suponiendo que ello esté en el 0,01% de tu interés 😉
Está en ese 0,01%. ¡Millones de gracias, Txetxu! Yo ya tengo fichado el libro de Terry con la frase. Ahora solo nos falta saber si «bebe» de Twain.
Muy interesante reflexión. El problema de la rumorología no es nuevo y viene de lejos, pero ahora sin duda se agrava porque internet multiplica la capacidad de lanzar y difundir los bulos. Y su principal causa, tanto antes como ahora, me atrevería a decir que es la credulidad y la falta de análisis crítico de la información.
En relación con la cita, igual esto puede aportar alguna luz sobre su origen:
http://quoteinvestigator.com/2014/07/13/truth/
En cualquier caso y sea cual sea el origen de la cita, el humor de Terry Pratchett me encanta. Y el de Mark Twain, también.
@Aitor: ¡gracias por el enlace! Ahora ya aclarada la autoría. El poder de las redes también sirve para cosas positivas :-).