Seguimos con la saga Viaje a Múnich. En este capítulo toca contar la parte más dura del viaje. Y con lo de dura, me refiero a la más emotiva, porque supuso echar la vista atrás a la Historia más negra de Alemania.
El domingo lo reservamos para visitar Dachau, una pequeña localidad cercana a Múnich (a unos 20 km.), tristemente conocida porque en ella se construyó el primer campo de concentración de Alemania en marzo de 1933, pocos días después de que Hitler fuese nombrado Führer. El 29 de abril de 1945 fue liberado por las tropas estadounidenses. Ahora se ha convertido en un recinto conmemorativo que honra la memoria de todas las personas que allí sufrieron al peor enemigo del ser humano: el propio ser humano.
Theodor Eicke fue el comandante de este campo, así como el ideólogo del plan organizativo que más tarde sirvió de modelo para el resto de centros de internamiento. Se dice que era experto en destrozar psicológica, moral y físicamente a los presos.
Ya sólo atravesando la puerta de entrada, los pelos se te ponen de punta al leer el famoso letrero que «adorna» la puerta: «Arbeit Macht Frei» (El trabajo os hará libres).
Una vez dentro, hay diferentes partes que visitar. Se puede empezar por el edificio de mantenimiento, construido por los propios prisioneros. Allí empezaban los degradantes registros de los nuevos cautivos. En la actualidad acoge el museo central con la mayoría del material gráfico. Se pueden ver los mapas con todos los campos que existieron en Europa, información sobre los prisioneros (religiosos, de una determinada orientación sexual, contrarios al régimen, o simplemente polacos), etc… En la azotea del edificio estaba pintado en grandes letras: «There is a path to freedom. Its milestones are: Obedience, Honesty, Cleanliness, Sobriety, Truthfulness, Love of thy Fatherland«.
La parte más escalofriante es la que narra los terribles experimentos médicos que se llevaron a cabo con los reclusos a cargo del doctor nazi Sigmund Rascher (amigo del no menos sombrío Josef Mengele). Se les sometía a enormes cambios de presión de cara a estudiar cómo sufrirían los pilotos nazis en las alturas. Se hacían pruebas para determinar a qué temperatura morían por hipotermia. E incluso tenían pequeñas redecillas que colocaban en los brazos de los penados junto con mosquitos infectados de malaria para luego probar posibles antídotos.
Tras esto, se pueden visitar los barracones de los prisioneros. En su día había 34. Ahora sólo se conservan dos: uno tal cual estaba y otro reconstruido. El resto fueron demolidos aunque unas marcas en el suelo indican su ubicación. Allí podemos ver camastros de madera, baños compartidos y demás «comodidades». En las épocas de verano, les obligaban a cerrar las ventanas y les ponían la calefacción. Sin embargo, en invierno, les hacían abrirlas y les quitaban el calor.
Siguiente paso, visitar el bunker. Así se conocía a las celdas en las que los encerraban para someterlos a terribles interrogatorios.
Y cuando crees que nada te va a sorprender más, acabas en el crematorio, la cámara de gas y las cámaras de desinfección. Si bien en un principio el campo se usó como lugar de reclutamiento, a partir de 1941 comenzó el exterminio en sus instalaciones. En cifras se dice que pasaron por allí más de 200.000 prisioneros y que 30.000 murieron asesinados, sin contar los que fallecieron por las malas condiciones en las que vivían. Por cierto, las mujeres no entraron hasta los últimos años.
El proceso que seguían era:
- Les hacían desvestirse con la excusa de darles un baño. Sus ropas eran movidas a las cámaras de desinfección para poder ser reutilizadas por otros presos.
- Ese supuesto baño incluso tenía un rótulo en el que ponía brausebad (en alemán, cuarto de duchas). Sin embargo, lo que salía por las alcachofas no era agua, sino gas venenoso.
- Una vez que ya estaban muertos, se quemaban sus cuerpos en el crematorio.
A Dachau se puede ir en tren con el S2 dirección Petershausen hasta Dachau Station y luego allí hay un autobus con un cartel que te lleva al campo de concentración. Desde Múnich se tardan unos 25 minutos desde la estación central, Hauptbahnhof.
La entrada es gratuita.
En capítulos anteriores:
Las herramientas y la sofisticación de la razón aplicadas a la sinrazón y al fragor homicida. Quizás la única «aportación» realmente importante de esa cosa llamada Europa. Campos hicieron también los rusos y los estadounidenses, pero el nivel de asesinatos de los nazis alemanes y su insidia contra la esencia humana son escalofriantes.
Sólo dos palabras… NUNCA MÁS
Solo conociendo el pasado evitaremos sucesos similares en el futuro.
@mak: a mí se me puso hasta mal cuerpo allí
@clara y pepe: ¡ojalá!
@may: yo antes también pensaba así, pero cada día me sorprende más negativamente la raza humana. Escuchar cosas como que en Italia se piensa en poner nombre de un ex de la época de Mussolini a una calle… A algunos les ponía yo a estudiar día y noche la Historia y luego a viajar sin parar…
Visité Sachenhausen en Oranienburg, cerca de Berlin, que estuvo en uso por Stalin – unos cuantos años mas.
No es historia alemana, es historia de la humanidad y de la autocracia.
¡Salud!
¡Vaya, lo que te has documentado!
Yo hacía tiempo que tenía ganas de visitar uno, y la verdad es que a pesar de haber estado en Munich un montón de veces, no sabía que había uno ahí mismo. Así que en mi último viaje en Noviembre lo visité, con varios colegas (españoles, norteamericanos y turcos).
Me interesó un montón. Tanto, que mis compañeros tuvieron que volver a buscarme desde el final del pabellón central hasta la sala que hay antes del pequeño cine donde muestran el documental. Aún intenté ver el documental, pero me sacaron por teléfono, porque estaban cansados de esperar.
A regañadientes conseguí que viésemos los barracones, y ya al final aún nos estiramos hasta los hornos y la cámara de gas, que parece que es lo que más morbo les dio.
Me sorprendió el poco interés del de USA, a pesar de que hay reconocimientos a soldados y batallones americanos por todas partes, puesto que son los que liberaron el campo. Pero bueno, eso es otra historia, que me lío.
Un par de puntualizaciones sobre lo que cuentas de los hornos y la camara de gas, según lo que leí allí y oí en la audioguía que llevaba:
Hay dos salas de hornos, el viejo (con dos) y el nuevo (con tres). El viejo se les quedó pequeño muy rápido, pero parece que solo lo usaban para deshacerse «higiénicamente» de los fallecidos por cualquier causa (entre las que estaban, por supuesto, el trato salvaje, y las torturas de todo tipo.
El otro lo hicieron para dar abasto, pero no llegó a usarse para exterminios masivos y rutinarios, simplemente porque no les dio tiempo, no creáis que es que se arripintieron de sus intenciones.
Y sobre el funcionamiento de la cámara de gas, creo que era diferente:
Era una sala con con unas duchas en el techo, como tú dces, pero por ahí no salía el gas. Simplemente eran decorativas, para completar el engaño. En realidad se soltaba el gas en unas cápsulas a presión por unos ventanucos en el lado derecho (en el sentido de los presos).
En el izquierdo había una toma de agua para limpiar después de desalojados los cadáveres (y para dar la sensación de humedad de la ducha, supongo), y una mirilla para ver lo que sucedía desde el exterior.
Escalofriante.
Yo tenía la firme intención de llevar a mis hijos a visitar uno de estos campos, para que vean de lo que es capaz el ser humano, y tratar de educarles en lo contrario. Pero creo que esperaré unos cuantos años más.
Es impresionante… al menos para algunos.
@OceanO: yo no llevaría a niños pequeños. Es una visita obligada, pero impresiona demasiado. Yo salí asustada… así que no quiero pensar cómo se lo tomaría un niño
Hola,yo estuve en Sachsenhausen,en Berlin,y en noviembre pasado estuve en Auschwitz.Sin duda,lo de Auschwitz son palabras mayores,por ser el mas grande y mas famoso de todos los campos de concentración nazis.En agosto voy a Múnich y tengo la intención de ver Dachau.