Tenía en mi lista de deseos el libro de Jeremy Rifkin «La era del acceso» y un angelito de la guarda me lo prestó recientemente. Lo he empezado con grandes expectativas y, como era de esperar, no me está defraudando. De hecho, nada más pasar las primeras hojas me ha dejado con la boca abierta.
Publicado en el año 2000, Rifkin ya hablaba de algo que cada día es más evidente en Internet: estamos pasando de la era de la propiedad a la era del acceso en cuanto a prácticas culturales se refiere. Pasando de la necesidad de poseer a la necesidad de disfrutar. De la necesidad de acumular pertenencias digitales a la necesidad de acumular experiencias (y luego dar buena cuenta de ellas en las redes sociales). De la cantidad ingente de canciones descargadas (muchas de las cuales ni siquiera escucharíamos) ocupando nuestro disco duro a la nube digital con el catálogo más grande jamás visto (que ahora es spotify pero mañana quién sabe…). De los libros en las estanterías y luego en formato pdf a la futura nube Googleliana donde lo que se pague sea la conexión y no la descarga. Así que dependemos más que nunca de dos cosas: el cable o wifi que nos permite llegar hasta los contenidos/experiencias y las compañías multinacionales (que son pocas pero poderosas) que estarán tras esas nubes. Lo más curioso de éstas últimas es que como las empresas culturales no se muevan, serán las tecnológicas las que se lleven el gato al agua.
Los espacios físicos también se verán afectados por esta tendencia: ¿que será de las librerías si lo que se prime en un futuro sea la conexión al contenido y no su posesión? ¿Y qué será de las bibliotecas que acumulan libros? ¿Se convertirán en la puerta de acceso?
¿Y dónde quedamos los coleccionistas? No sé si somos una raza a extinguir, pero sin duda, seremos el colectivo al que apunten las empresas. Un nicho jugoso al que atacar.
Muchas preguntas y muchos cambios. Cada vez más rápidos y virulentos. No terminamos de analizar algo para ver que está en plena mutación. Hay días en que gritaría sin parar aquello de «que pare este tren, que yo me bajo«. ¿Cuándo empezaremos a comprar y vender tiempo? Que no os extrañe ver una subasta en Ebay. Todo se andará…
La marcha capitalista, que comenzó con la mercantilización del espacio y de los materiales, terminará con la mercantilización del tiempo y la duración de la vida humana. J. Rifkin.
Imagen de dynet (CC by-nc-nd)
Buena reflexión.
Creo que, hablando de software, la clave es *la distribución*, que es donde se centra el software libre (contra la idea interesada y caduca de la propiedad, que promueve el software privativo).
En cierto, el paso a ese «acceso» (o software como servicio), tiene un riesgo claro para el software libre… precisamente porque no hay distribución.
Y no solo eso, sino las implicaciones que tiene que usemos un servicio para ciertas tareas críticas en nuestra vida. Entonces nos daremos cuenta que la ilusión que tenemos sobre *nuestros datos* desaparece.
Igual ya será tarde para bajarse del tren…
En las bibliotecas universitarias y de investigación hemos visto claro el proceso, desde los 90: la estrella de los presupuestos siempre han sido los productos para investigadores (revistas académicas + bases de datos) que andando el tiempo comenzaron a ser electrónicas como valor añadido (comprabas la suscripción a la revista y te añadían primero un CD, luego un acceso a una web); más tarde el acceso a la web se hizo prioritario, el CD desapareció y el papel se convirtió en reliquia; las bases de datos se fusionaron con las revistas académicas al crearse los portales de recursos electrónicos a texto completo, que es lo que tenemos hoy.
Pagamos por el acceso. SOMOS ya puerta de acceso. Ya es el futuro.
Besos y salu2 😉
@juanjo: por eso me encanta la cita de Leif Harmsen «No es “tu” perfil en Facebook. Es el perfil de Facebook sobre ti.». Yo estoy con la lupa puesta sobre el proyecto Diaspora. Es la única esperanza que nos queda de distribución… aunque me temo que va a ser muy difícil sacar el «público general» de Facebookland. Y qué voy a contar del poder de Google…
@honorio: efectivamente la biblioteca es ya la puerta de acceso. Ahora bien, en el poco tiempo que llevo en este mundo, estoy escandalizada por el poder de las editoriales y proveedoras en cuanto a la gestión de recursos. Son pocas, poderosas y ponen los precios que más les place. Igual el papel futuro de la biblioteca no debiera limitarse a ser el punto de acceso, sino también a promulgar licencias abiertas, repositorios open access, … y sobre todo más distribución del poder de la información.
Ten cuidado con los ángeles que pueden ser celestiales o demonios 😉
La guerra por el control de la información es un hecho desde que las primeras distribuidoras comenzaron a aplicar tecnologías DRM en los años 90 del siglo pasado. Hay que reconocer a Jeremy Rifkin un gran talento a la hora de pescar los temas clave de nuestro tiempo. Se sabe ganar su sueldo como polemista profesional.
Para nosotr@s, internautas de a pie, es fácil comprender el concepto de sustitución de propiedad por acceso. Para las grandes empresas no. De lo contrario no seguirían tratando los audiovisuales como simples mercaderías, ni operando con ese burdo planteamiento de «pagas luego accedes, no pagas te quedas fuera, y si descargas o accedes sin pagar te mandamos a casa la policía judicial un domingo a las siete de la mañana».
La era del acceso implica un enfoque más sutil, innovador y diferenciado de la actividad empresarial. Mayor variedad de fórmulas de uso de los medios audiovisuales y una ecología muy diversificada de modelos de negocio, fórmulas jurídicas (free software, dominio público, regímenes propietarios, etc.). Del mayor interés son asimismo los problemas legales derivados de este cambio de paradigma, que ya están dando que hacer a los juristas de la actualidad.