Futuros distópicos… ¿o más bien presentes?

Artículo publicado en la Revista Deusto Nº 115 (verano 2012)

En esta ocasión, este artículo que te dispones a leer no versará sobre ninguna nueva plataforma o tendencia de Internet, sino sobre un concepto que siempre me ha apasionado e inquietado a partes iguales: las distopías.

Las distopías son la contrarréplica a las utopías. Es decir, narraciones del futuro en las que los hechos no son nada halagüeños. ¿Y qué relación guardan con esta sección de la revista? La respuesta está en el protagonismo que cobran casi siempre las nuevas tecnologías en estos enfoques apocalípticos. El mundo del cine y la literatura nos han plasmado los peores presagios con altos tintes de ciencia ficción. Pero recapitulando todas esas historias, escritas algunas hace tantos años, descubrimos que cada día se parecen más a la realidad y tienen menos de ficción.

Empecemos el repaso por uno de esos relatos imprescindibles que también ha sido llevado a la gran pantalla. Es el caso de El informe de la minoría de Phillip K. Dick, que más tarde se convirtió en Minority Report gracias al buen hacer de Steven Spielberg. Este cuento nos habla de una policía capaz de vaticinar qué personas cometerán un delito para detenerlas antes de que lo hagan. La predicción la realizan tres precognoscientes o precogs, cuyos cerebros están conectados a unas pantallas que muestran los sucesos del futuro. Además de ser una de las primeras películas en las que el protagonista (Tom Cruise) juega con sus manos sobre las pantallas (cosa que ahora, gracias a los smartphones y las tabletas, nos parece de lo más normal), supone una alegoría del análisis de lo que se conoce hoy día como «big data».

Y es que una de las características de nuestra identidad digital es que es distribuida y está repartida en múltiples pedazos por cada rincón de la Red. Tantos pedazos como espacios por los que nos movemos: redes sociales en las que participamos, páginas que visitamos, búsquedas que hacemos, vídeos que reproducimos, fotografías que subimos y así hasta un largo etcétera. A esto se le suma también la actividad en Internet de las personas de nuestro entorno. Si se analiza cada pedazo por separado, la información puede no decirnos mucho de la persona a la que pertenece. Sin embargo, si todos los pedazos se juntan, habrá nueva información que mane. Según Richard A. Clarke, ex-asesor del gobierno de los Estados Unidos en temas de ciberseguridad, «cuando pones junta toda la información desclasificada, muchas veces emerge algo que debería estar clasificado«.

IBM apunta que cada día creamos 2,5 quintillones de bytes de datos, siendo tan tremendo el ritmo, que el 90% de la información que hay hoy en el mundo se ha creado en los dos últimos años. Este ritmo se incrementará en el futuro con la irrupción de el «Internet de las cosas» (Internet of Things, IoT) que nos llevará a contar con más de 50 billones de objetos conectados a Internet en 2020 emitiendo aún más información sobre sus dueños que ellos mismos (desde básculas que publiquen nuestro peso en redes sociales a pulsómetros que cuenten a nuestros contactos nuestros avances de entrenamiento).

Es precisamente el tamaño de estos repositorios lo que evita, por ahora, que sea posible el tratamiento y análisis de esta cantidad ingente de información. Sin embargo, a la velocidad a la que avanzan las nuevas tecnologías, pronto dejará de ser un problema y contaremos con precogs capaces de predecir esos crímenes (o errar, tal y como sucede en el relato). De hecho, según diversos servicios de inteligencia, la matanza de la isla de Utøya (Noruega) podría haberse evitado si se hubieran analizado a tiempo los mensajes subidos por Anders Behring Breivik a varios foros de Internet, incluida su propia cuenta de Twitter.

Con la excusa de la seguridad veremos además cómo nuestra privacidad va perdiendo progresivamente terreno. Lo que nos lleva a otro libro distópico por excelencia: 1984 de George Orwell. Escrito entre 1947 y 1948, habla de una sociedad controlada por un Gran Hermano. Un ojo que todo lo ve y todo lo sabe. No se nos ocurre ninguna red social ni ningún medio masivo en la actualidad que sea ese Gran Hermano, que igual que vigila, influye en nuestros comportamientos, pensamientos y opiniones, ¿verdad?

Esa premisa de sacrificar libertad y sentimientos por un bien común y una supuesta felicidad, es explotada una y otra vez. Así encontramos obras como Fahrenheit 451, Un mundo Feliz, Alphaville, Metrópolis, Blade Runner, El quinto elemento, Días Extraños, Brazil, Doce monos, Gattaca, Matrix, V for Vendetta y un largo etcétera que nos muestran una humanidad dominada por robots o sistemas políticos omnímodos asimilados a las máquinas. Hay que ver qué maligna es la tecnología y qué buenas las personas que utilizan esas herramientas… ¿Qué son por tanto las distopías? ¿Fantasías o profecías demasiado cercanas a nuestra realidad?

Imagen de Poster Boy NYC (CC by)

Lorena Fernández Álvarez (@loretahur)

Ingeniera salsera. Actualmente, directora de comunicación digital de la Universidad de Deusto. Miembro del grupo experto de la Comisión Europea Gendered Innovations para analizar el impacto de no incorporar la perspectiva de género en la Inteligencia Artificial. Colabora en el programa de radio “Hoy por Hoy Bilbao” de la Cadena SER desde 2009 con una sección sobre nuevas tecnologías. Además, es jurado del premio Ada Byron a la mujer tecnóloga y mentora del proyecto Inspira STEAM, un proyecto que busca el fomento de la vocación científico-tecnológica entre las niñas. Ha creado junto a Pablo Garaizar e Iñigo Maestro el juego de mesa Nobel Run.

3 thoughts on “Futuros distópicos… ¿o más bien presentes?

  1. Ay, amiga, me has tocado la fibra sensible… te has dejado Akira. Y como empieces con el mundo del videojuego, no paras… Ahora mismo, lo del futuro post-apocaliptico debido a guerras nucleares, holocaustos zombies o invasiones extraterrestre es el 90% de la ambientación de los videojuegos hoy por hoy…

  2. Por casualidad, este año han caído un par de novelas del tipo apocalíptico (la recomendable La tierra permanece de George R. Stewart y la entretenida (sin más) La gente del margen de Scott Card) pero difícilmente olvidaré el metaverso de Snowcrash (Neal Stephenson) o el asfixiante panorama de La carretera (Cormac McCarthy).

    En lo del tema de los precog siempre me da por pensar en esa pregunta que ya se ha convertido en un cliché sobre Hitler y un viaje en el tiempo.

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