Artículo publicado en la Revista Deusto Nº 135 (2017).
Quizás en alguna ocasión hayas sentido en tu nuca una mirada clavada y al girarte, ahí estaba una persona con la vista puesta sobre ti. Este fenómeno que tiene bastante de esotérico, es conocido como escopaestesia y en digital, es una sensación frecuente. Nos observan y vigilan. Cada paso que damos, cada clic que hacemos, cada dato que soltamos. Hay momentos en los que la mirada es de frente: plataformas que al menos te avisan con sus condiciones de uso de que el producto eres tú (otro cantar luego es la no lectura que hacemos de ese condicionado). En otras ocasiones, sin embargo, esa mirada es de reojo o directamente a la espalda. Ese es precisamente el caso de AccuWeather, la popular página para consultar el tiempo meteorológico, a la que se ha pillado in fraganti vendiendo datos de sus usuarios. Por ejemplo, la geolocalización. Y no solo las coordinadas GPS que mandamos al querer un servicio más personalizado del tiempo en nuestra ciudad; también las redes WiFi a las que nos conectamos, para saber con mayor precisión por dónde nos movemos.
Otro dispositivo “chivato” es uno que nos genera más simpatías: el robot-aspiradora Roomba. Digo lo de simpatías porque no conozco a nadie que tenga uno y no le haya puesto nombre (por no hablar del trabajo que nos ahorra). Pero ese pequeñajo con el que en más de una ocasión hemos tenido conversaciones a sabiendas de que no nos escucha, ha confesado que quiere vender los planos de nuestra casa. Bueno, más que el robot en si, lo quiere hacer su creador, Colin Angle, CEO de la empresa iRobot. Sus planes de futuro pasan por, además de recolectar la suciedad de nuestros hogares, recolectar nuestros datos y venderlos a gigantes tecnológicos como Google, Amazon o Apple. ¿Y para qué los querrían? Pues lo que tienen en común estas tres plataformas son sus dispositivos de comandos de voz (Google Home, Amazon Echo y HomePod). Una suerte de asistentes virtuales con orejas en nuestra vivienda, con lo cual es importante conocer las distribuciones y dimensiones de la misma para mejorar la experiencia de usuario. De momento, ya han llegado a un acuerdo con Amazon para que su sistema se integre con Alexa. Lo peor de todo es que esto ya estaba contemplado en la letra pequeña. Dentro de la política de privacidad que el usuario debe aceptar obligatoriamente antes de empezar a usar el aparato, existe una cláusula que permite vender la información recogida.
Y ahí quería también llegar: al famoso ‘He leído y acepto los términos’, una de las mentiras más repetida en internet. Ese checkbox que marcamos con bastante alegría, firmando con ello un contrato con Google, Facebook o Twitter, entre otras, y del que desconocemos los detalles. Tanto es así, que en un experimento llevado a cabo en Londres, numerosas fueron las personas que consintieron entregar a su primogénito para toda la eternidad al aceptar los términos de conexión a una red pública WiFi. Esta cláusula “Herodes” fue introducida por la firma finlandesa F-Secure junto a la agencia Europol, para demostrar la falta de conciencia de la ciudadanía. El principal motivo de esto es la pereza, pero no el único. Por ejemplo, según un estudio de la Universidad Carnegie Mellon (The cost of reading Privacy Policies), tardaríamos 76 días en leer los términos y condiciones de los servicios que utilizamos a lo largo de un año.
Casi nada… También se suele jugar con la baza del lenguaje legal farragoso y no accesible por aquellas personas que no hemos cursado la carrera de Derecho. Pero ya no hay excusa para esto. Existen plataformas como tosdr.org o PrivacyPal que leen por nosotros los términos y condiciones de las páginas que visitamos, nos los resumen y muestran de una manera sencilla y entendible en lenguaje humano.
Hace tiempo que vivimos en un vecindario plagado de ventanas indiscretas con James Stewart observándonos con binoculares y cámara de fotos. Pero en nuestras manos queda, al menos, poner cortinas.