Artículo publicado en la Revista Deusto Nº 138 (2018).
Hater es una de esas muchas palabras que internet nos ha “regalado”. Por supuesto, tiene su correspondencia en castellano, pero supongo que decir odiador carece de glamour. Se utiliza para denominar a aquellas personas que desprecian o critican destructivamente a una persona, entidad, obra, producto o concepto en particular, por causas poco racionales o por el mero acto de difamar. Algo así como un trol (otro regalo), pero con una diferencia: el trol trabaja en solitario, los haters forman comunidades. De hecho, el sentimiento de pertenencia a una causa común es lo que les alimenta (o mejor dicho, lo que alimenta ese odio).
El sentimiento de pertenencia es un concepto traicionero responsable de muchos males cuando es mal entendido y mal concebido. Esa necesidad social que nos empuja a pertenecer a un grupo y ser aceptadas, hace que en ocasiones, las personas seamos gregarias y nos juntemos en torno a distinciones arbitrarias. Experimentos de psicología social como el paradigma del grupo mínimo (MGP), así lo demuestran. El psicólogo inglés Henri Tajfel, ideario del mismo, juntó a un grupo de jóvenes y los separó en base a sus gustos hacia las obras de dos pintores abstractos: Klee y Kandinsky. Algunos ni siquiera conocían a los artistas. Después, por separado, se les fue contando que pertenecían al grupo de Klee o al de Kandinsky, pero sin indicar quién más estaba en ese grupo ni ninguna característica que les definiera, solo el nombre del mismo. No se dijo por tanto nada que pudiera fortalecer alianzas ni crear prejuicios. Luego se les entregó una cantidad de dinero para repartir entre los participantes en el experimento y se les preguntó cuál sería el reparto que ellos harían: la misma cantidad a todos, mismo reparto entre ambos “clanes”, más cantidad al que tuviera más miembros, … ¿Y cómo creéis que se comportaron? Pues premiando a los miembros de su grupo y castigando al contrario. Esto mismo se hizo de nuevo, pero en vez de usar en esa ocasión los gustos pictóricos como elemento categorizador, se lanzó una moneda al aire para definir los grupos. Y el comportamiento fue exactamente el mismo. Por tanto, no es de extrañar que si en vez de usar cuadros o monedas al aire, ponemos algo como un odio común, se creen fuertes alianzas.
Así lo debieron pensar los creadores de la app Hater Dater, algo así como el Tinder de la animadversión. El eslogan de la aplicación es nada más y nada menos que “Conoce a gente que odia las mismas cosas que tú”. Como cualquier red social, todo gira en torno a tu perfil. Perfil que se define en base a las cosas que odias. Con ese perfil, la red te mostrará almas gemelas de ojerizas. De hecho, el grado de compatibilidad con las personas se calcula en función de las cosas que cada uno detesta.
Si esto aún no os ha puesto los pelos de punta, solo necesitáis daros una vuelta por los comentarios de los medios de comunicación digital, lugar bastante habitual para la cólera sin control. Ante esto, el medio noruego NKRbeta decidió implantar un sistema innovador que te hace tres preguntas sobre el artículo para que puedas comentar. Es decir, que como mínimo, exige la lectura para que luego te puedas desfogar.
Y por supuesto, no podía cerrar este artículo sin darme una vuelta por el rincón del odio por excelencia últimamente: Twitter. Una red social donde los linchamientos se producen a diario y las personas que allí están no solo se juntan en torno a ships (también conocidos como carpetas… o dicho en lenguaje analógico, fans de una relación entre personajes de ficción o reales), sino también en torno a cosas que enervan. Muchos han sido los personajes públicos que han terminado cerrando su perfil ante ataques masivos. Y eso con solo 280 caracteres… Por esta razón nació el Odiómetro, que también se podía haber llamado el insultómetro o el vomitómetro. Se trata de una aplicación que rastrea en Twitter insultos, descalificaciones, etc. las contabiliza y las muestra en tiempo real. También nos enseña qué usuario está recibiendo más odio en los últimos minutos. El objetivo es servir de espejo para hacernos conscientes de la cantidad de bilis que vertemos en las redes.
Las principales plataformas de internet se han comprometido a aumentar los controles contra los mensajes de odio, violencia y discriminación, pero hoy por hoy es un fenómeno sin freno. Tanto es así que están haciendo grandes inversiones en desarrollos de inteligencia artificial. Por ejemplo, Facebook ha anunciado su proyecto “Rosetta”, una nueva tecnología que le permitirá detectar los mensajes de odio que se encuentren en la plataforma, analizando las miles de millones de publicaciones que se hacen al día. Sin embargo, esta tecnología aún está en pañales, así que la compañía ha contratado a más de 20.000 moderadores humanos que ayuden a vigilar y a buscar este material, así como detectar los falsos positivos y los falsos negativos.
Mientras tanto, vemos como al igual que muchas personas se transforman cuando están tras un volante, otras lo hacen detrás de una pantalla. Ojalá las buenas iniciativas unan tanto como el odio.