No suele ser muy recomendable empezar un artículo por las conclusiones, pero no me resisto a haceros un spoiler de éste: señores y señoras, en el binomio de pensamiento crítico y era digital, pintan bastos.
Y no lo digo porque 2016 haya sido el año de la posverdad, ese concepto desconocido que ahora se repite más que el ajo. Me baso en estudios y prácticas que están llevando a cabo personas como Jon Mikel Zabala, al que hoy hemos podido entrevistar en “De las Ondas a la Red” de Radio Bilbao. Es más que recomendable que te leas este artículo suyo «¿Pensamiento crítico o pensamiento en estado crítico?» donde detalla las actividades que lleva a cabo en el aula para trabajar esta competencia genérica. En una de las asignaturas de 1º que imparten en Deusto Business School, piden a sus estudiantes que seleccionen los tres recursos digitales que emplean con mayor asiduidad y que los ordenen de mejor a peor calidad, indicando la razón de este orden. En primera posición, ganando por goleada, o mejor dicho por reproducciones, se sitúa YouTube. Que estamos en la era de los youtubers, era algo que nos constaba. Pero que además esos recursos sean percibidos como prestigiosos porque pueden medir el número de visitas, likes y comentarios, nos arroja a la cara que estamos más bien en la era de la influencia. Si eres un/a mindundi digital, podrás estar haciendo los análisis más sesudos, que no serás nunca considerado/a una fuente relevante (y no llegarán a ti a través de un RT o una búsqueda de Google en primera página de resultados).
La segunda posición de esta actividad va para la Wikipedia. Habrá gente que se esté echando ahora las manos a la cabeza, pero yo no. Al contrario, me alegro porque se trata de un medio colaborativo, en el que más o menos (no digo que la maquinaria sea perfecta) funciona la inteligencia colectiva. Pero aquí llega mi segunda sorpresa: lo que para mí es una ventaja, para los estudiantes todo lo contrario. Es decir, que le restan puntos porque cualquier persona puede escribir en ella (en vez de pensar que también miles de ojos pueden revisar sus contenidos).
Y en la tercera posición entran las plataformas de preguntas y respuestas (rezo para que no sea Yahoo Questions…) y medios más especializados como Investopedia o Khan Academy.
Pero ojo, que esto no pasa solo en Deusto. Un estudio de la Universidad de Stanford arroja cosas como que cuatro de cada diez estudiantes creyeron, basándose en un titular, que una foto de margaritas deformadas constituía una fuerte evidencia de las condiciones tóxicas existentes cerca de la planta nuclear de Fukushima, a pesar de que no aparecía autoría ni dónde se había tomado esa imagen.
Aunque los resultados den escalofríos, yo confío más en esas hornadas que pasarán por las diestras manos de Jon Mikel y otro profesorado que trabaje esa competencia, que en aquellas personas que están ya trabajando y el mundo digital ha impactado en su quehacer diario sin una formación previa de pensamiento crítico + tecnología. De hecho, antes aún me tranquilizaba pensar que los que no éramos nativos digitales, nos hacíamos más preguntas. Pero cada día descubro con mayor frecuencia que ya no es así. Que hemos normalizado tanto la tecnología, que no nos surgen cuestiones. Por ejemplo, suele se habitual que consulte a la gente si sabe por qué Google le devuelve unos resultados u otros dependiendo de lo buscado y dependiendo del usuario que lo hace. Pocas personas lo saben, pero lo que es peor, aún menos personas se lo preguntan. Y el hecho de que no lo hagan nos lleva a pensar que tampoco son conscientes del importante papel que juega el buscador en nuestras vidas. Ya es más que sabido que no pasamos de la primera hoja de resultados, así que el gigante tecnológico decide a qué información llegamos y cuál no. Pronto pasaremos del «porque lo digo yo… y punto» que en más de una (y de diez ocasiones) nos han soltado nuestros progenitores al «porque lo dice Google… y punto».
Otro tanto pasa con la burbuja ideológica de redes sociales como Facebook, que solo nos muestra lo que creen que nos puede interesar. De hecho, en 2016 se les puso la lupa encima porque se sugería que había sido caldo de cultivo para las noticias falsas, teniendo impacto incluso en los resultados de las elecciones norteamericanas. El mismísimo Mark Zuckerberg se ha puesto como propósito de año nuevo acabar con las noticias falsas. Ha anunciado en su perfil personal que Facebook marcará con una señal las publicaciones que no sean verdaderas.
Así que, como os decía al arranque, pintan bastos. Pero si no queremos llegar a ese mundo mezcla de 1984 y Un Mundo Feliz, os recomiendo solo una cosa: no dejéis de haceros preguntas. Por lo menos, cuando nos cuestionamos las cosas, tenemos una posibilidad de dar con la respuesta.