Memes, ¿para memos?

Artículo publicado en la Revista Deusto Nº 116 (otoño 2012)

Si sueles frecuentar los mentideros de Internet, quizás te hayas cruzado en alguna ocasión con alguien sacándose una foto simulando estar en plena carrera, imitando la portada de su vinilo favorito o twitteando las directrices más repetidas por su progenitora bajo la etiqueta #frasesdemadre. Y es probable, aunque nos cueste más reconocerlo, que muchos hayamos participado en estas prácticas. Meme es el nombre bajo el que se agrupan, tildadas por algunos de absurdas y por otros de creativas.

Pero no tenemos que pensar en los memes como algo nuevo nacido al calor de Internet o exclusivo del mundo digital. Son la unidad básica de transmisión cultural (el nombre deriva de la palabra griega mimema, que significa “aquello que es imitado”). Información que pasamos de una persona a otra por emulación (al vestir, al expresarnos, al gesticular, …) con cierta variación y selección. La parte esencial de la memética es la creación de nuevos memes a partir de otros previos y su transmisión de una persona a otra y de una cultura a otra, como si de un virus se tratase. Esta viralidad se ve potenciada por las nuevas tecnologías, que han propiciado la ampliación de su radio de acción. Algunos memes se copian porque son buenos, útiles o bellos. Otros, aunque no cumplan ninguna de las condiciones anteriores, también se propagan y contagian dada la sencillez de crearlos (en la mayoría de casos, con una simple cámara de fotos o un smartphone nos bastará). Las ganas de lograr nuestros 15 minutos de fama, tal y como enunció Andy Warhol en su día, también ayudan.

Para ilustrar todas esas prácticas, enumeraremos las más propagadas a través de la Red. En 1999 surgió la moda del phooning, fotografiarse en postura de correr en lugares relevantes del mundo. Esta tendencia fue variando y ya no era ni siquiera necesario que apareciera un paisaje o monumento destacado de fondo. De hecho, se hicieron múltiples grupos en Flickr donde se podían encontrar hasta a marionetas haciendo phooning. Y gracias al éxito de películas como Amélie, muchos mandaron a sus peluches o enanitos de jardín a viajar a países exóticos.

También ha sido mil veces imitado el baile de Matt Harding, que hizo un viaje alrededor del mundo y se grabó a si mismo y a otras personas haciendo una coreografía muy peculiar frente a edificios importantes, escenas callejeras y paisajes naturales. Tras finalizar su periplo, montó un vídeo con esos bailes y la canción Sweet Lullaby de Deep Forest. Tal fue el éxito que obtuvo, que millones de personas se lanzaron a repetir el bailecito en sus propias travesías. Incluso tenemos versión vizcaína que también fue muy popular en el 2010.

Después del phooning llegó el planking (tumbarse boca abajo en sitios insólitos fingiendo ser una tabla). Esta versión fue evolucionando a otras posturas (cabeza abajo agarrado solo por los pies en el caso del batmaning, en cuclillas en el del owling o haciendo de tetera en el teapotting) y ganando en originalidad como es el caso del horsemaning (crear la ilusión óptica de una cabeza separada de un cuerpo simulando una decapitación).

Pero algunos no son fenómenos nuevos. Por ejemplo, la práctica del horsemaning ya se popularizó en los años 20, como homenaje al jinete sin cabeza de Washington Irving, cuando las fotografías aún eran en blanco y negro y no existía Internet. De hecho, fue una de estas imágenes antiguas la que dio comienzo al meme al ser publicada en la web BuzzFeed (foto que ilustra este artículo).

También tenemos la práctica del sleeveface, que consiste en fotografiarse con portadas de discos de vinilo, creando la ilusión óptica de continuar la foto original. Aquí, a la creatividad, se le suman las ganas de homenajear a los artistas de esos álbumes. Este meme es tan popular que existen hasta aplicaciones para móviles que te permiten hacer tu propia portada de disco de una manera sencilla.

Igual que se popularizan estas prácticas mediante fotografías, ocurre lo mismo con muchos memes que se lanzan a través de redes sociales horizontales, como es el caso de Twitter. Alguien, sin esperarlo, publica una reprimenda de su madre y horas más tarde la etiqueta #frasesdemadre es trending topic con miles de personas contribuyendo con su propia variación. Por tanto, para que algo sea viral, si a la creatividad se le suma una pizca de humor, tendremos la fórmula perfecta.

Todos buscamos ser originales y distinguirnos del resto de alguna manera. Aún así, es curioso que esta forma de recalcar nuestro individualismo la llevemos a cabo dentro de prácticas grupales que también nos otorgan un cierto sentido de pertenencia.

Lorena Fernández Álvarez (@loretahur)

Ingeniera salsera. Actualmente, directora de comunicación digital de la Universidad de Deusto. Miembro del grupo experto de la Comisión Europea Gendered Innovations para analizar el impacto de no incorporar la perspectiva de género en la Inteligencia Artificial. Colabora en el programa de radio “Hoy por Hoy Bilbao” de la Cadena SER desde 2009 con una sección sobre nuevas tecnologías. Además, es jurado del premio Ada Byron a la mujer tecnóloga y mentora del proyecto Inspira STEAM, un proyecto que busca el fomento de la vocación científico-tecnológica entre las niñas. Ha creado junto a Pablo Garaizar e Iñigo Maestro el juego de mesa Nobel Run.

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