Creo que ya he dejado caer por aquí en más de una ocasión ([1] y [2]) la incertidumbre que me genera esta sociedad de las prisas en la que estamos inmersos. Sobre todo porque tengo la sensación de que no hay vuelta atrás. Si bien antes podías decidir si entrabas en la carrera de la rata que, cuanto más rápido le da a la rueda, más rápido corre sin moverse, ahora parece que con que los de al lado le den a la rueda, todos nos precipitamos a la misma velocidad.
Supongo que mi profesión y entorno marcan esta sensación, que quizás no sea igual fuera de mi endogamia. Pero ahora más que nunca, cuando miro a mi alrededor en el transporte público, veo todas las cabezas agachadas mirando pantallas. Nos pasamos todo el día conectados. Y a esa conexión constante, se la acaba de sumar una característica bastante molesta: la instantaneidad. Nos hemos vuelto unos impacientes crónicos. Exigimos respuesta rápida a todos nuestros inputs comunicativos. Si no nos responden a un email en un plazo corto, creemos que a la otra persona le ha pasado algo. Y claro, atacamos por otro frente (como diría un amigo, «por tierra, mar y aire«). Esta tira de Alberto Montt, creo que lo ilustra estupendamente (y aunque parezca humor llevado al absurdo, debo decir que lo he vivido en carnes):
Hemos convertido herramientas asíncronas en síncronas. Por ejemplo, la gracia del email era esa característica que nos permite escribir un mensaje cuando tenemos tiempo y al receptor leerlo (y responderlo si lo estima oportuno) también cuando dispone de él. Esta asincronía está pasando por malos momentos porque cada vez entendemos que el tiempo de respuesta tiene que ser más corto (casi como una llamada de teléfono o un mensaje de whatsapp).
Además, a mí me llevan los diablos cuando las personas terminan confundiendo herramientas y ámbitos. Por ejemplo, whatsapp pertenece a mi plano personal. Así que cuando alguien trata de gestionar temas laborales en él, saco las uñas. No solo por la invasión de ese plano personal, sino también porque no creo que mediante mensajes cortos se traten adecuadamente estos temas.
Cierro el post con una frase que se me quedó grabada del libro «El desajuste del mundo«: «Ahora todos los acontecimientos del mundo ocurren ante los ojos de la humanidad entera y en tiempo real«. Pero no es necesario que les demos respuesta al momento ;-).
Totalmente de acuerdo en el análisis. Creo que cada vez más la gente «pionera» en el desarrollo y uso de las TIC se está dando cuenta de lo saludable que es «desconectar» y hacer «dieta digital» 🙂
Besos y abrazos analógicos por vía digital
Hola Loretha. En EEUU, que son muy dados a asignar nombres chulos a cosas que quizás no lo merezcan tanto, hace años que vienen hablando del concepto de ‘slow news’ (noticias lentas). De ello hablaba Dan Gillmore en 2009: Toward a Slow-News Movement.
Una de las cosas que me gustaba de comprar el periódico los domingos era leer los reportajes de los dominicales analizando lo que ha sucedido durante la semana. Pero en ese caso, más que lentitud lo que pido es capacidad crítica, que es un complemento a las propias noticias.
No sé si en esto de valorar las cosas con un poco de calma influye la edad y aquel dicho «paren el mundo, que me bajo» 🙂
Estoy teniendo broncas de no volver a hablar con gente porque muchas veces, organizan quedadas vía feisbuc, herramienta que no tengo y no tendré jamás. Mi argumento siempre es el mismo: Es muy comodo tener respuestas a algo que has dejado escrito. Si de verdad te apetece estar con una o varias personas, el trabajar para organizar la quedada será más lento y laborioso, pero al menos demuestras interés en organizarlo y no un «a lo que salga»
Ahora se habla mucho de «media literacy», y está muy bien eso de controlar la comunicación en múltiples formatos y medios cada uno con sus lenguajes y lógicas, pero también es parte sustancial de esa alfabetización mediática la capacidad de controlar el uso de los medios, asignar tiempos, espacios y registros a cada medio. Creo que es más difícil de lo que muchos creen, y creo que está generando una nueva brecha digital entre aquellos que tienen capacidades para gestionar ellos el uso de los medios y quienes quedan al albur de las herramientas. A ocurrido siempre (consumo medio TV por persona en USA: 4 h 39 m por día) y ahora con los medios digitales también. Yo lo veo como un terreno para la automejora y el empoderamiento.
De hecho, otra de las cosas que, a mi modo de ver, esta generando esta comunicación multicanal síncrona es la gestión de la «basura» que tenemos que realizar. Después de un ataque por «tierra, mar y aire», no solo se da una respuesta, si no que tienes que gestionar el resto de canales por los que se ha comunicado la misma persona y borrar emails que no tienen sentido, pasar a segundo plano mensajes que te han llegado o «ignorar» otros inputs.
He descubierto que cada vez tengo que invertir más tiempo en esas tareas. Menos mal que, en ciertos ámbitos de mi vida, todavía está todo focalizado en el email 🙂
Muy buena reflexión Lorena
Ya no solo es que estamos aprendiendo a gestionar las interrupciones en tiempo real a la fuerza y con ansiedad cuando no podemos hacerlo, sino que estamos cortando nuestra productividad personal a base de chequear las redes sociales. Si evaluáramos el tiempo que pasamos en modo síncrono con estas herramientas, creo que nos daría que pensar.
Ya tenemos nueva competencia digital personal: aprender a gestionar interrupciones mediante una vida en modo asíncrono 😉
@Mentxu: la cuestión es que, por mucho que queramos hacer dieta, nuestro entorno ya no nos lo permite. En mi trabajo es imprescindible, en parte de mi ocio también, con la familia, … Seguiremos intentando adelgazar (digitalmente, claro ;-)).
@Víctor R. Ruiz: no conocía el concepto. Efectivamente, estos estadounidenses tienen nombre para todo ;-). Gracias por el enlace.
@MaY: creo que es una nueva versión de brecha digital. Si no tienes whatsapp o Facebook, no te enteras de lo que organiza tu cuadrilla.
@Xabier: igual tenemos que montar un taller para aprender a controlar estos medios y que ellos no nos controlen a nosotros.
@Beni: a mí me pasa lo mismo. Cuando Google me manda mensualmente el informe de los mensajes recibidos y mandados, me asusto. Crece sin parar… (y eso que no contabiliza el resto de herramientas).
@Chema Cepeda: complejo eso de gestionar las interrupciones en modo asíncrono… más cuando la mayoría de interrupciones nos las generamos nosotros. Será que nuestros cerebros están mutando y hasta que lo hagan, están chirriando.
Cuando me siento asi…lo apago todo, cojo un libro y el tiempo se ralentiza, o sencillamente no pasa.
Me ha gustado el post.
Tampoco olvidemos nuestra responsabilidad en «defendernos» de esos ataques. El mail se puede dejar de mirar, la tele se puede apagar, el telèfono desconectar… y no pasa nada. Y si alguien «se enfada», a lo mejor nos toca tener una «conversación incómoda» para explicar nuestros límites y «educar» y «ajustar las expectativas» respecto a las interacciones con nosotros.
Dejarse llevar por «los otros» sin oponer resistencia es mala idea!
@molinos: a mí también me funciona aún la técnica del libro. Lo que no sé es durante cuanto tiempo ;-).
@Raúl: totalmente de acuerdo con la corresponsabilidad, pero el entorno marca mucho. Yo puedo intentar contarle esto a mi jefe, pero si él entiende el correo como algo síncrono, de poco me servirán las explicaciones. También hay situaciones como las de que narra MaY, en las que puedes ser corresponsable… y quedarte fuera. Aún así, coincido en que hay que ser guerreros (cuando se pueda).
Es el tema del tiempo, del que hablan muchos ahora, por ejemplo Douglas Rushkoff en su ultimo libro: http://www.nodosele.com/blog/?p=6546
Te entiendo tanto… Esos mails intempestivos fuera de horarios y la semana laboral con peticiones de respuesta inmediata y hasta recordatorio vía Whatssap, mezclando canales como tú dices… Brrr
Raúl está en lo cierto, pero no siempre es fácil educar en esos límites.