Internet Archive. La cápsula del tiempo

Biblioteca

Artículo publicado en la Revista Deusto Nº 127 (verano 2015).

Las páginas web, al igual que las personas, nacen, crecen, se reproducen y mueren. En esa fase de crecer y reproducirse, pasan por muchos cambios de piel y contenido. ¡Y menos mal! Porque los diseños y tecnologías han evolucionado mucho desde esas primeras que se crearon durante los años 90, sin apenas imágenes, dando paso luego a un conglomerado de gifs animados parpadeantes que no sé cómo no dejaron más personas con problemas visuales. Y aunque no muchas webs tienen una larga vida, podemos ver cómo eran en sus años mozos las que se mantienen a día de hoy (o incluso algunas que han desaparecido). Todo gracias a Internet Archive y uno de sus proyectos: Wayback Machine, que almacena más de 200 millones de páginas en algo así como 2 petabytes de información comprimida. Por ejemplo, podemos hacer ese viaje en el tiempo con el buscador Google hasta plantarnos allá por 1998, cuando apenas tenía un añito de vida y conservaba la palabra beta bajo su logotipo.

Pero esa es una de las muchas funcionalidades que ofrece Internet Archive (archive.org), una organización sin ánimo de lucro cuyo cometido es la preservación de historiales web y recursos multimedia. Es decir, es como una biblioteca, pero en vez de guardar físicamente documentos, registra información en el mundo digital para dar acceso permanente a fotografías, películas, música, libros, programas, juegos… Y no solo pelea por el derecho a recordar, sino que lo hace también por el derecho al conocimiento universal, dado que sus repositorios se surten de material que está bajo dominio público o bien con licencias abiertas.

Además del mencionado Wayback Machine, Internet Archive tiene otras acciones en marcha. Una de ellas consiste en escanear obras para ponerlas a disposición del mundo, permitiendo el acceso y la descarga ilimitada. Ya cuentan con más de 600 millones de páginas digitalizadas gracias a acuerdos con la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, el Instituto Smithsonian, la Biblioteca Pública de Nueva York, la Universidad de Harvard o el MIT.

De todos esos libros en dominio público escaneados, se alimenta otro de sus proyectos: Bookmobile, unas pequeñas bibliotecas sobre ruedas. O en vez de pequeñas, más bien debería decir sin límites, dado que son unas furgonetas que se conectan a internet por satélite, transitando zonas en las que es difícil el acceso al conocimiento, e imprimiendo bajo demanda esos libros que se descargan. Bookmobile ha recorrido ya países como Estados Unidos, Egipto o Uganda.

Asimismo, colabora con la NASA para facilitar el acceso a todo el material multimedia que genera la agencia espacial estadounidense (vídeos, fotos y audios), intentando despertar el interés por las ciencias en nuestras niñas y niños.

Conocido también es su portal OpenLibrary.org, que quiere convertirse en un catálogo mundial donde cualquiera pueda introducir la referencia de un libro, creando así una base de datos colaborativa y de acceso público. El objetivo, tal y como lo exponen sus desarrolladores, es tener una página web por cada libro que se haya publicado jamás. A día de hoy, hay dados de alta cerca de 30 millones de registros.

Y no solo de libros se surte esta iniciativa. También cuenta con una sección denominada Software Archive para preservar y dar acceso a todo tipo de software raro y difícil de encontrar (y por supuesto, que sea legal descargar).

¿Y por qué son importantes organizaciones como ésta? Pues porque aunque vivamos la época con más información de la Historia, muchas personas advierten que nos podemos dirigir a la denominada «digital dark age«, con enlaces que no lleven a ninguna parte, documentos que ningún software pueda interpretar, discos duros con conectores que ningún ordenador soporte, etc. Puede que nuestros padres tengan pocas fotos de su infancia, todas ya de un extraño color amarillento, pero que muestran con nostalgia en toda reunión familiar. Pero es que quizás nuestros nietos no tengan tanta suerte con sus imágenes digitales. Hasta la propia NASA ha sufrido esto en sus carnes: las cintas magnéticas del programa Viking Mars landing (1976) estaban en un formato desconocido y todos los programadores originales habían ya fallecido o dejado la organización cuando un investigador trató de recuperar esa información recientemente. De hecho, uno de los padres de Internet, Vint Cerf, lleva mucho tiempo advirtiendo que cuando el hardware y el software actual se queden obsoletos, las futuras generaciones podrían perderse parte del registro del siglo XXI. De ahí la importancia de proyectos como Internet Archive, que son como cápsulas del tiempo que ahora enterramos en los cimientos de lo digital para abrirlas dentro de muchos años.

Lorena Fernández Álvarez (@loretahur)

Ingeniera salsera. Actualmente, directora de comunicación digital de la Universidad de Deusto. Miembro del grupo experto de la Comisión Europea Gendered Innovations para analizar el impacto de no incorporar la perspectiva de género en la Inteligencia Artificial. Colabora en el programa de radio “Hoy por Hoy Bilbao” de la Cadena SER desde 2009 con una sección sobre nuevas tecnologías. Además, es jurado del premio Ada Byron a la mujer tecnóloga y mentora del proyecto Inspira STEAM, un proyecto que busca el fomento de la vocación científico-tecnológica entre las niñas. Ha creado junto a Pablo Garaizar e Iñigo Maestro el juego de mesa Nobel Run.

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