Filipinas. Tierra de tifones


Una impresión muy recurrente entre las personas que hemos hecho voluntariado es que se trata de una experiencia asimétrica, donde te llevas más de lo que aportas. Y así fue mi estancia durante el verano en Filipinas. De nuevo volví con esa sensación de estar en deuda con toda la gente que allí me acogió como si fuera mi familia, que me abrió su corazón para contarme relatos escalofriantes del paso del tifón Sendong por su vida y que aún hoy es el día que me escribe para preguntarme cómo me encuentro. Como dirían los economistas, el debe y el haber estaban muy descompensados, y de nuevo me asaltaban las ganas de hacer algo, por pequeño que fuera. En ese “rumiar” de sentimientos, se cruzó conmigo una persona muy especial. Alguien que me habló de un proyecto: la oficina de las causas perdidas. Y solo con ese nombre, no me pude resistir. Ese alguien es mi joya Jaio, editora suicida, pero también comprometida. Y tras una comida loca (sin alcohol mediante, ojo), nos embarcamos en el proyecto «Filipinas. Tierra de tifones«. Pero como diría Tim Cahill, «Un viaje se mide mejor en amistades encontradas que en millas», así que nos pusimos manos a la obra para buscar cómplices de aventuras. La idea era sencilla: yo aportaba las fotografías de mi paso por Cagayán de Oro, pero alguien tenía que poner letra a esas imágenes. Y así, preguntando una por una, se fueron sumando 60 personas: desde la impresionante portada, a poemas, narraciones, experiencias personales… y todo con un reto: hacer relatos cortos inspirados en las fotos, que aunque parezca lo contrario, es mucho más complejo que explayarse a gusto. Si increíble fue la respuesta (algunas apenas tardaban un minuto en decir que sí y dejarse liar), más increíble fue ir recibiendo los textos que nos arrancaban sonrisas y lágrimas de emoción. Y tras el trabajazo de maquetación de Jaio, ayer mismo la criatura vio la luz tras salir de su embalaje. Aún no soy madre, pero creo que este es mi primer parto (eso sí, sin dolor), con la emoción de una niña pequeña con zapatos nuevos.

Ahora, te hago a ti también partícipe de la criatura. Decía Eduardo Galeano que “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Si quieres ser parte de ese cambio, solo tienes que comprar el libro (o donar). Todo lo recaudado irá para las becas de los niños y niñas de Cagayán que hace cinco años tuvieron que cambiar de hogar y ahora necesitan de transporte público (y por tanto, de recursos económicos) para poder acercarse al colegio. Porque la educación es su futuro (y el nuestro).

Termino este relato, dándoos las gracias y me doy cuenta de que el círculo no se ha cerrado. Al contrario, ahora estoy en deuda con más gente que antes. Pero me encanta esta deuda de cariño. Ojalá todas fueran así. Como se dice en tagalo: SALAMAT!

P.D. Permanezcan atentos/as a sus pantallas porque próximamente haremos la presentación del libro en Bilbao.

Lorena Fernández Álvarez (@loretahur)

Ingeniera salsera. Actualmente, directora de comunicación digital de la Universidad de Deusto. Miembro del grupo experto de la Comisión Europea Gendered Innovations para analizar el impacto de no incorporar la perspectiva de género en la Inteligencia Artificial. Colabora en el programa de radio “Hoy por Hoy Bilbao” de la Cadena SER desde 2009 con una sección sobre nuevas tecnologías. Además, es jurado del premio Ada Byron a la mujer tecnóloga y mentora del proyecto Inspira STEAM, un proyecto que busca el fomento de la vocación científico-tecnológica entre las niñas. Ha creado junto a Pablo Garaizar e Iñigo Maestro el juego de mesa Nobel Run.

4 thoughts on “Filipinas. Tierra de tifones

  1. Una idea genial. Han tenido suerte los tagalos de toparse contigo como voluntaria. Gracias por haberme invitado a participar en este proyecto tan especial y con tan buena compañía. Ha sido un placer. Salamat!!!

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