Cómo la tecnología «hackea» nuestras mentes

En este blog he hablado largo y tendido de la falsedad de la premisa de que la tecnología es neutra. No solo no es neutra, sino que además tiene ideología y aprovecha a la perfección nuestras vulnerabilidades psicológicas, «hackeándonos» como si fuésemos máquinas.

Las empresas tecnológicas han trabajado mucho en bits y bytes, pero sobre todo, en técnicas de persuasión (ingeniería conductual) y de captación de un bien escaso: nuestra atención. Porque su modelo de negocio se sustenta en dos pilares: nuestro tiempo y nuestros datos. Esto está moldeándonos como sociedad y no siempre de la manera más adecuada.

Veamos algunas de nuestras vulnerabilidades (reconociéndolas, quizás podamos poner un parche a esos exploits):

  • La tecnología funciona como una máquina tragaperras. El refuerzo positivo intermitente (cuando el mismo comportamiento es premiado en algunas ocasiones y en otras no) es una de las razones de que nos «enganchen» las redes sociales e internet: entrar y a veces ver un «me gusta» y otras no, refrescar por si hay un nuevo email, tirar de timeline por si hay alguna nueva publicación… La estadística nos dice que, de media, una persona consulta su teléfono unas 150 veces al día, en busca de esa recompensa intermitente.
  • El autoplay. Otra forma de “hackear” el cerebro de las personas es mantenernos consumiendo cosas, incluso cuando ya no tenemos hambre. El profesor de Cornell, Brian Wansink, lo demostró en su estudio «Bottomless bowls: why visual cues of portion size may influence intake«, demostrando que se nos puede engañar para que sigamos comiendo sopa, dándonos un recipiente sin fondo que se rellena automáticamente mientras comemos. Con cuencos sin fondo, las personas consumen un 73% más de calorías que aquellas con cuencos normales. Eso es exactamente lo que sucede con el autoplay de plataformas como YouTube o Netflix, que nos hace ver contenidos en bucle. Nunca vemos el fondo del cuenco.
  • El miedo a perderse algo importante. Si te convenzo de que soy un canal de información vital será difícil desconectarte, anular la suscripción o eliminar tu cuenta, porque podrías perderte algo importante. Con eso juega por ejemplo Facebook, y por eso da vértigo eliminar nuestra cuenta. De hecho, al hacerlo, te das cuenta que tienes que recuperar una práctica que habías abandonado: la de llamar a tus amistades para saber cómo están (con lo fácil que era leerlo en el timeline sin mayor esfuerzo…).
  • Aprobación social. La necesidad de pertenecer a un grupo y recibir la aprobación de nuestros pares. Facebook entiende mucho de esto y sabe cómo explotarlo adecuadamente. Por ejemplo, cuando cambiamos nuestra foto de perfil, la plataforma sabe que es un momento en el que somos vulnerables a la aprobación social: «¿qué pensarán mis amistades de mi nueva foto?». Lo que hace entonces es clasificar esta publicación más arriba en el timeline de nuestros contactos, por lo que por más tiempo y a más amigos les gustará o comentarán sobre ella. Cuanto más lo hagan, más tiempo pasarás tú en la plataforma. También sabe mucho de quién nos enamoramos, otra trampa que usa para mostrar con mayor frecuencia sus publicaciones y tenernos en la plataforma más tiempo.
  • Reciprocidad social. Si tú me haces un favor, yo te lo tengo que devolver. Si tú me sigues en una red social, yo te tengo que devolver el “follow”. LinkedIn es la plataforma que más explota esta vulnerabilidad. Desea que tantas personas se creen obligaciones sociales entre ellas como sea posible, porque cada vez que correspondan (al aceptar una conexión, responder a un mensaje o respaldar a alguien por una habilidad) tienen que volver a través de linkedin.com a pasar más tiempo. De hecho, cuando tú aceptas un contacto, LinkedIN te ofrece sugerencias de más, convirtiendo este proceso en una cadena sin fin. Esto mismo pasa tras recibir una recomendación positiva de alguien, dado que la plataforma te ofrece hacer a ti esto mismo a cuatro personas.
  • El poder de la interrupción. Las empresas tecnológicas saben que los mensajes que interrumpen a las personas de inmediato son más efectivos para que la gente responda que los que se envían de forma asíncrona (como el correo electrónico o cualquier bandeja de entrada diferida). También les conviene aumentar la sensación de urgencia y reciprocidad social. WhatsApp es el gran exponente de esto con su doble check y su «ahora que sabe que he visto el mensaje, me siento aún más obligado a responder».
  • Sesgo de confirmación. Vivimos en burbujas ideológicas digitales generadas por algorítmos que deciden por nosotros qué nos interesa ver y qué no. Y es que nuestra mente presta atención de forma selectiva a la información que verdaderamente defiende nuestras ideas, a la vez que ignora inconscientemente aquella parte que no comulga con nosotros.

No os podéis perder la charla TED «How a Handful of Companies Control Billions of Minds Every Day» de Tristan Harris, cofundador del movimiento Center for Humane Technology, para entenderlo mejor:

No hay mejor antivirus que ser conscientes de nuestra imperfección y de que no siempre lo que queremos es lo que necesitamos.

Lorena Fernández Álvarez (@loretahur)

Ingeniera salsera. Actualmente, directora de comunicación digital de la Universidad de Deusto. Miembro del grupo experto de la Comisión Europea Gendered Innovations para analizar el impacto de no incorporar la perspectiva de género en la Inteligencia Artificial. Colabora en el programa de radio “Hoy por Hoy Bilbao” de la Cadena SER desde 2009 con una sección sobre nuevas tecnologías. Además, es jurado del premio Ada Byron a la mujer tecnóloga y mentora del proyecto Inspira STEAM, un proyecto que busca el fomento de la vocación científico-tecnológica entre las niñas. Ha creado junto a Pablo Garaizar e Iñigo Maestro el juego de mesa Nobel Run.

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